Vicky Cristina Barcelona

Vicky Cristina BarcelonaSi las «londinenses» Match point, Scoop y El sueño de Cassandra probaron que Woody Allen se desenvuelve cual pez en el agua fuera de su adorada Nueva York, Vicky Cristina Barcelona prueba que el cineasta norteamericano puede prescindir de toda escenografía anglosajona y nadar cómodamente en aguas tan ajenas como las españolas. Que conste: lo ayudan Javier Bardem, Penélope Cruz y la hermosa capital catalana.

Es probable que los detractores de la última hora le reprochen a Allen su monotematismo, en este caso referido al misterio del amor, a las idas y venidas de las relaciones afectivas, a las reflexiones más o menos humorísticas sobre la pasión, la pareja, el matrimonio, el vínculo con nuestras supuestas (o certeras) medias naranjas. Es igualmente probable que estos mismos espectadores consideren a Hannah y sus hermanas como «el» antecedente imposible de superar.

Ay de ellos, incapaces de entretenerse con esta nueva vuelta de tuerca que, si bien gira en torno a un tema recurrente, no deja de apostar a la novedad. En este sentido, sobresale la idea de retratar la neurosis neoyorkina a partir del contraste que genera la idiosincrasia española, hecha carne en la verborrágica, exuberante, impulsiva, impredecible María Elena.

A cargo de este personaje, la estupenda Cruz se presta al juego de componer a una compatriota según estereotipos del público extranjero, por no decir estadounidense. El resultado es una rara versión de Carmen con algún toque almodovariano, a la que cada tanto hay que recordarle que hable en inglés (¡no cae en la cuenta de que, en definitiva, el film es norteamericano!).

Aunque un pasito atrás, también se lucen el mencionado Bardem, Rebecca Hall y, en un rol absolutamente secundario, Patricia Clarkson (los admiradores de Scarlett Johansson sabrán perdonar la indiferencia que, salvo contadas excepciones, esta actriz le causa a quien suscribe).

Como en 2 días en París e incluso en la más edulcorada Americano, aquí también el choque cultural cobra especial importancia. Primero, en tanto fenómeno social en sí; segundo, en tanto caldo de cultivo propicio para amores atípicos, exóticos, apasionados, inolvidables; tercero, en tanto excusa para hacer un poco de turismo cinematográfico o cine turístico.

En esta instancia aparecen la otra gran protagonista de Vicky Cristina Barcelona (la mismísima capital catalana*), y otras dos grandes virtudes de Allen: su tino a la hora de contratar buenos directores de arte (en esta ocasión, Iñigo Navarro) y su especial cuidado a la hora de elegir bandas sonoras (en esta ocasión, unas buenas guitarras como las de Isaac Albéniz).

Por todo esto, el último estreno de don Woody causa mucho gusto y, por qué no, admiración. Después de todo, pocos directores maduros se atreven a saltar de un trampolín nuevo y a zambullirse en aguas desconocidas para nadar, como peces, lejos de su confortable hábitat natal.

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* Cabe destacar que Barcelona no es el único escenario de la película. También lo es Oviedo, capital de Asturias.