Volver

VolverDespués de la irrefrenable confesión del otro día, muchos preferirán tomar esta reseña con pinzas. No importa… De este lado del mostrador, Volver se presenta como una película digna de reconocimiento y admiración, al margen de cualquier fanatismo en torno al siempre exuberante, ocurrente, conmovedor y españolísimo Pedro Almodóvar.

Sin dudas, este film habla del regreso en más de un sentido. Desde ya, los espectadores presenciamos la reaparición del cineasta manchego en todo su esplendor. Por un lado, después de que en Hable con ella y La mala educación les diera protagonismo a personajes masculinos, el talentoso realizador vuelve a concentrarse en el universo femenino. Por el otro, retoma otros elementos que lo hicieron famoso: una particular combinación de humor y tragedia, la explotación del género folletinesco, el ingrediente criminal, la crítica despiadada a la televisión, la estética kitsch, el homenaje a la España profunda, arraigada en su idioma, su cocina, sus colores, sus tradiciones.  

A su vez, Carmen Maura y Penélope Cruz también vuelven -en este caso- a la imaginería almodovariana. Tras un tiempo de distancia, la otrora actriz fetiche se planta con sus canas y sus arrugas (aunque sin por eso perder su gracia habitual) y se reencuentra con quien forma parte del elenco estable de las producciones de El Deseo, la entrañable Chus Lampreave. 

En cuanto a Penélope, su regreso es redoblado. Es que, además de encarnar a otro personaje de don Pedro (recordemos a su Sor María Rosa Sanz de Todo sobre mi madre), también se reincorpora al cine europeo (¡cuánto mejor le sienta rodar en su país que en tierras hollywoodenses!).

Sin dudas, éste es un film sobre el ir y venir de los seres humanos. Y esa acción remite a lo espacial (se vuelve al pueblo de origen, a la casa de los antepasados), a lo temporal (se vuelve al pasado), e incluso a lo filosófico (se vuelve a los recuerdos, a la vida y a la muerte). De ahí, probablemente, el costado conmovedor y reflexivo de este largometraje. 

Fiel a su estilo, don Pedro nos divierte y nos emociona, y sobre todo nos regala una realidad por momentos distorsionada pero siempre libre de la garra globalizadora. Los modismos lingüísticos de los personajes, la solidaridad entre vecinas, la salvación gastronómica, los ritos fúnebres, los pueblos chicos, los besos sonoros nos rescatan de las pantallas anestesiadas, estereotipadas, envilecidas a las que estamos acostumbrados. 

Como sus antecesoras, esta producción también cuenta con una bellísima banda de sonido, a cargo del alter ego musical de Almodóvar, Alberto Iglesias. En este punto, cómo no mencionar la versión «cante jondo» que Estrella Morente hace del tango compuesto por Carlos Gardel y Alfredo Le Pera: una verdadera maravilla.

Y así, los espectadores argentinos también recuperamos algo de nuestro Volver, al menos su poesía, su fuerza, su sentimiento, su melancolía. Y nos reconciliamos con la madre patria. Y, una vez más, constatamos el genio universal del exuberante, ocurrente, conmovedor y españolísimo Pedro.