Proselitismo almodovariano

Pedro AlmodóvarHace algunos días 2clicks me sugirió redactar un post sobre las películas de Pedro Almodóvar, una especie de ensayo sobre porqué resultan tan especiales, al menos para sus seguidores. Éste es entonces un intento de explicación, escrito por una fanática que -como todo fanático- sabe muy poco de argumentos y fundamentaciones, y que además desconoce (o, peor aún, desobedece) las exigencias de un ejercicio de redacción sintético, acotado, recatado.

El sentido de la vida
Sin dudas, Almodóvar les rinde honores a la vida, a los componentes fundamentales –La ley del deseomás «vitales», valga la redundancia- de nuestra existencia. De ahí que sus películas siempre hablen de amor, de sexo, de afectos, de religión, de muerte. De ahí que la mayoría combine humor y drama (después de todo, como nuestras anécdotas personales).

Probablemente este apego a la vida hace que su cine sea eminentemente pasional y exuberante. De hecho, existe un compromiso visceral con los personajes, con las historias narradas. No existe una distancia reflexiva, intelectual; al contrario el contacto es epidérmico, sanguíneo, intenso.

La impronta de España
VolverEspaña está presente en toda la filmografía almodovariana a través de su gastronomía (el gazpacho en Mujeres al borde de un ataque de nervios), sus colores (el rojo sangre en Carne trémula), sus tradiciones (la tauromaquia en Matador), sus bailes y canciones (el cantejondo y la coreografía de Joaquín Cortés en La flor de mi secreto).

En las películas de don Pedro, el idioma español recupera toda su gracia en boca de personajes como los que interpreta Chus Lampreave, y el sentimiento de pertenencia al terruño sabe curar heridas, afianzar logros y sembrar esperanza.  

El universo femenino
Sin dudas, el realizador manchego conoce a fondo a las mujeres, sus debilidades y Mujeres al borde de un ataque de nerviosfortalezas, sus miedos, sus obsesiones, sus pasiones, sus contradicciones. Aún los films protagonizados por hombres –Matador, La ley del deseo, La mala educación– le dedican un espacio al universo femenino.

Desde esta perspectiva cumplen un rol fundamental las actrices almodovarianas, algunas de ellas tan únicas e irremplazables como su propio descubridor y mentor. Entre ellas, las más representativas son Carmen Maura, Victoria Abril, Marisa Paredes, la mencionada Chus Lampreave, y mis favoritas Verónica Forqué y Rossy de Palma.

La reivindicación del folletín
Salvo escasas excepciones, los films de don Pedro llevan la marca del folletín, de la novela decimonónica cuya versión contemporánea es la telenovela. Quizás la referencia La flor de mi secretomás explícita en este sentido se encuentre en La flor…, película protagonizada por una escritora de novelones románticos, engañada por su esposo y sumida en una profunda depresión. Cómo olvidar la célebre frase que le dice a su marido: «¿existe alguna posibilidad, por pequeña que sea, de salvar lo nuestro?».

Si bien los personajes almodovarianos son más complejos, menos previsibles que los del folletín (por lo pronto suele faltar la antinomia entre buenos y malos), existen figuras típicas como la lucha de una heroína (encarnada, por ejemplo, por Carmen Maura en ¿Qué hecho yo para merecer esto? o por Penélope Cruz en Volver), el triunfo del amor predestinado (que se ve en ¡Átame!), la salvación en manos de un antihéroe (es el caso de -por favor presten atención a los nombres- Ángel en La flor… y de Benigno en Hable con ella) o la sensatez asociada a la vejez (aparece, de nuevo, en La flor…). 

El homenaje al cine; la burla a la televisión
ÁtameDon Pedro es ante todo un cinéfilo. De ahí que sus largometrajes siempre incluyan escenas de alguna otra película, casi siempre made in Hollywood, y que los crímenes imaginados cumplan con características del género policial negro. Hasta el cine porno ha sido objeto de un pequeño reconocimiento (¿recuerdan que en ¡Átame! Marina/Victoria Abril actúa bajo las órdenes del lujurioso Máximo Espejo/Francisco Rabal?).

En cambio, toda referencia a la pantalla chica tiene un gustito a sorna imposible de ignorar. El caso más notorio remite a otro personaje interpretado por Abril: la periodista Andrea Caracortada de Kika.  

La estética kitsch
KikaAsí como no le teme al folletín, el cineasta manchego tampoco le teme a la estética kitsch. Por eso se permite armar decorados capaces de combinar luces de neón con tapizados de leopardo y cuadros del Sagrado Corazón. A modo de ejemplo, podemos citar la excéntrica ambientación del taxi que aparece en Mujeres al borde

Almodóvar mezcla estilos, géneros, texturas, tonalidades, y sin embargo su marca resulta inconfundible. Basta observar un paneo para reconocer sus largometrajes. Quizás este sello propio lo ponga a la altura de directores como el compatriota Luis Buñuel, el italiano Federico Fellini y el sueco Ingmar Bergman. 

La originalidad
Justamente este sello propio es lo que hace de don Pedro un cineasta único e inimitable. De hecho, ¿cuántos otros son capaces de recrear una violación que resulte Almodóvar, Pedrocómica y desopilante, tal como sucede en Kika? ¿Cuántos pueden sacar lo mejor de actores de trayectoria irregular como Antonio Banderas, Miguel Bossé, Cecilia Roth y Penélope Cruz? ¿Cuántos logran conmovernos a partir de bandas sonoras eclécticas, compuestas por la misma persona (en este caso, el talentosísimo Alberto Iglesias)? ¿Cuántos siguen siendo fieles a sí mismos y a sus raíces, ajenos a los embates de una industria cinematográfica cada vez más globalizada y por lo tanto híbrida y aculturizada?

Alguien dijo por ahí que «ser original no significa no imitar a nadie; significa que nadie pueda imitarnos». Vaya frase oportuna para cerrar este emotivo, para algunos insoportablemente extenso, acto de proselitismo almodovariano.