Trece años

Acaso miramos mal alguna película? ¿Es posible que a veces no sepamos prestar la debida atención, o que ocasionalmente nos dejemos llevar por nuestros intereses, prejuicios, expectativas? ¿Cuán abarcativos son nuestro conocimiento, nuestra sensibilidad, nuestra experiencia? ¿Seremos más justos –o prudentes– si recordamos nuestras limitaciones antes de subir o bajar el pulgar? ¿Qué sentido tiene comportarnos cual emperador romano?

Espectadores cumple trece años con estas preguntas en mente, y por lo tanto cada vez más lejos de la crítica pontificadora (si es que alguna vez estuvo cerca). Como buen adolescente, el blog tiene presentes los modelos que se niega a imitar: por ejemplo, la reseña lapidaria que rara vez supera los siete renglones, aquélla que sólo recomienda el cine ab–so–lu–ta–men–te libre de desprolijidades técnicas, aquélla que refrita gacetillas de prensa.

En circunstancias adversas –por no escribir perversas– para las películas independientes, es decir, para las obras filmadas y exhibidas por fuera del circuito comercial, este pequeño medio prefiere considerar las dificultades de producción y exhibición que los autores de estos films enfrentan. Por si hiciera falta, vale aclarar que dicha perspectiva no implica bajar la vara de exigencia sino ponderar la insoslayable relación del cine con su contexto.

Los emprendimientos hechos a pulmón, sin grandes financistas ni auspiciantes que los contengan (y condicionen), constituyen el mayor foco de interés para Espectadores. Algún psicólogo afirmará que el blog se siente identificado con las iniciativas que se le parecen.

En 2018, este espacio se propuso acercarse a –conversar con– quienes de uno u otro modo enriquecen y promueven el cine también llamado de autor, en especial aquél que se produce en nuestro país. A sus trece años, Espectadores renueva este compromiso, y de paso insiste en rechazar abiertamente cierta costumbre circense además de imperial.

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