Escasa repercusión mediática tuvo el II Congreso Internacional de Jurisdicción Universal que concluyó ayer jueves en la Ciudad de Buenos Aires con una lectura coral del documento Principios de Madrid-Buenos Aires, cuyo contenido -aprobado unánimente por los participantes del evento- extiende la lista de crímenes de lesa humanidad sujetos a imprescriptibilidad y susceptibles de ser juzgados en tribunales internacionales. La aparente indiferencia disimula la aversión de la llamada opinión pública ante expositores que considera figura malditas: Baltasar Garzón, Eugenio Raúl Zaffaroni, Rigoberta Menchú, Horacio Verbitsky, Julian Assange entre otros. También esconde la estrategia de invisibilizar toda discusión sobre reglamentación jurídica e impartición de Justicia en un mundo globalizado.
La reivindicación de la expresión jurisdicción universal exige precisiones teóricas porque, sin ellas, parece exaltar el rol policial y judicial que Estados Unidos asumió al término de la Segunda Guerra Mundial, encarnó plenamente tras la desintegración de la Unión Soviética, y aplica con mayor virulencia desde el atentado a las Torres Gemelas. En pocas palabras, se trata de disociar el adjetivo universal del concepto de poder hegemónico o global, y de (re)vincularlo con los Derechos del Hombre declarados en 1789 y aggiornados en 1948.
La aclaración terminológica ayuda a comprender la importancia del congreso y su contracara, la escasa atención mediática. Lo que atrae y molesta según el caso es la naturaleza contra-hegemónica de una iniciativa colectiva que comenzó en mayo de 2014. De hecho, la ampliación de la lista de delitos de lesa humanidad alarga, a su vez, la lista de autores intelectuales y materiales de los distintos tipos de masacre.
Sin dudas, los Principios de Madrid-Buenos Aires constituyen otra plataforma de denuncia contra el accionar delictivo de Estados, funcionarios y grandes grupos económicos que la opinión pública considera ejemplares. Por si cupiera alguna duda, vale mencionar tres nuevas tipificaciones que interpelan a las grandes potencias, a sus gobernantes y hombres de negocios: tráfico de armas hacia lugares o zonas de conflicto; ejecuciones extrajudiciales; explotación de recursos naturales que afecten gravemente la salud, la vida o la convivencia pacífica de las personas con el entorno natural.
El II Congreso Internacional de Jurisdicción Universal finalizó en las vísperas de este 11 de septiembre en el que recordamos el golpe de Estado en Chile, y el atentado a las Torres Gemelas en los Estados Unidos. A la luz del evento organizado en el Teatro Nacional Cervantes, la doble conmemoración se revela como ocasión propicia para señalar la existencia de otros tipos de terrorismo además de aquél atribuido al fundamentalismo árabe. También para discutir qué tipo de justicia queremos para nuestra sociedad globalizada: aquélla basada en la Ley del más fuerte («siempre la mejor», según ironizó Jean de La Fontaine en la fábula del lobo y el cordero) o aquélla respetuosa de los Derechos del Hombre y atenta a los postulados del Derecho Penal Internacional.
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Contenidos complementarios
Buenos Aires, sede de congreso internacional para identificar nuevos delitos de lesa humanidad
La palabra de Joan Garcés, antes del II Congreso Internacional de Jurisdicción Universal
Torres Gemelas
Septiembre perturbador
11 de septiembre(s)
Jueves negro
Palabras sabias
Nuevo parte de animosidad mediática contra Eugenio Raúl Zaffaroni
Bala para Zaffaroni
Perro inasible
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