Perro inasible

'Horacio Verbitsky, un animal político' es el subtítulo del libro.
‘Horacio Verbitsky, un animal político’ es el subtítulo del libro.

La publicación de El Perro de Hernán López Echagüe en marzo pasado provocó casi tantas discrepancias como la figura retratada, Horacio Verbitsky. En sus muros de Facebook, al menos dos periodistas sostuvieron que la semblanza aporta poco a quienes conocen de cerca la trayectoria del columnista estrella de Página/12. Otros colegas le dieron la bienvenida (por ejemplo Juan Salinas, que además fue entrevistado para el libro). Luego está el caso del ex canciller Rafael Bielsa que recurrió a la sección Derecho a réplica del diario Perfil para desmentir una legendaria «paparruchada» y de paso advertir sobre la diferencia entre entenderse con y entender a un interlocutor.

El Perro resulta apenas revelador para quienes conocemos a Verbitsky únicamente a través de su obra periodística, de sus intervenciones como presidente del CELS y de libros que intentan desmenuzar la historia reciente del ejercicio periodístico en nuestro país. A lo sumo nos enteramos de cuestiones más bien anecdóticas (por ejemplo de las diferencias irreconciliables con Alicia Oliveira, Osvaldo Bayer, Patricia Walsh), y nos asomamos a una pequeña ventana que permite espiar apenas a la persona detrás del hombre público: vemos al hijo de una madre con aptitudes de ingeniera, al amigo soldario, al colega despiadado, al abuelo embobado con sus nietos.

Desde esta perspectiva, el aspecto más interesante de El Perro es la relación que López Echagüe establece con un trabajo casi-casi por encargo (a pedido de Rogelio García Lupo, para ser exactos) y que no se pretende más de lo que es: un intento de aproximación a partir de material bibliográfico y, en especial, de entrevistas al propio Verbitsky y a figuras en general reconocibles que lo cruzaron por motivos o en circunstancias relevantes (entre estas personas, figura el arrepentido Adolfo Scilingo). A lo largo de 224 páginas, el autor se esfuerza por visibilizar -eventualmente explicar- condiciones de producción y decisiones personales, profesionales, editoriales.

Aunque por momentos creemos asistir a cierta disputa por el protagonismo acordado a Verbitsky, los lectores alérgicos a los retratos que se proclaman imparciales y reveladores celebramos que López Echagüe quiera des-sacralizar no sólo al semblanteado sino la elaboración de esta semblanza. También valoramos la selección de un universo heterogéneo de fuentes, que invita a tomar con pinzas leyendas doradas y negras harto difundidas.

Por contraste, El Perro evoca el recuerdo de aquella aproximación que Página/12 publicó en noviembre de 2010 cuando su columnista destacado cumplió las bodas de oro con el oficio periodístico. Se trato de un suplemento-homenaje, que reunió semblanzas escritas por colegas admiradores, entre ellos el mencionado García Lupo y Horacio González.

El actual director de la Biblioteca Nacional también fue entrevistado por López Echagüe. Las declaraciones extraídas de ese encuentro constituyen una versión más completa del artículo publicado casi cinco años atrás. Aparecen hacia el final del libro, antes del cierre formal, quizás porque se trata del testimonio que suena más cerebral, o en otras palabras, menos contaminado por la cuestión afectiva (a favor o en contra).

A continuación, Espectadores lo transcribe con algunos recortes. De los testimonios recabados por López Echagüe, ésta es la aproximación más lúcida y enriquecedora a un Verbitsky que algunos lectores seguimos considerando animal (político, periodístico) inasible, aún después de consultar éste y otros libros sobre su trayectoria profesional.

Horacio Verbitsky y Horacio González, juntos en la presentación del libro
Horacio Verbitsky y Horacio González, juntos en la presentación del libro ‘La mano izquierda de Dios’ en octubre de 2010. Foto de la editorial Eterna Cadencia.

Horacio Verbitsky es un periodista de influencia con un estilo de escritura específica, de carácter mordaz. Con relación al gobierno, mantiene cierta independencia, situación no fácil de lograr. Consigue mantener su independencia sobre la base de su actuación anterior, con la memoria de Rodolfo Walsh como parte de su actuación anterior, y el hecho de que no se calla ente el hecho de que el gobierno tome decisiones opuestas a la política que él sigue, que es la política del CELS. Política que sigue él como miembro destacado, es el presidente, y como herencia del trabajo de Emilio Mignone.

(…)

Él tiene esa característica de personaje de la novela policial dura, que actúa con la misma dureza que reclaman el capitalismo y su corrupción, y que tiene que fingir ser más duro de lo que es para que no lo trague el sistema. Pero su vida privada es una vida hogareña donde pueda reposar el guerrero… Esa acción implacable le ha ganado muchos lectores pero también muchos enemigos. Es alguien a quien el gobierno lo tiene hoy como partidario pero del cual también se cuida, me parece a mí. Es simplemente una apreciación mía porque en el caso Milani se les puso en contra…

Verbitsky se mantiene como alguien que custodia una memoria, también. Y esa memoria lo lleva a un tipo de artículo en donde siempre aparece alguien tratado con algún menosprecio, a través de pequeñas figuras retóricas, el cambio de nombre, o el desdén al utilizar su nombre. Él utiliza mucho ese recurso irónico, pero en todo lo demás no es irónico.

En todo lo demás, el estilo periodístico que tiene admite la idea de un relato con estímulos hacia el lector más leve, digamos, como sería habitual en un periodismo, patético periodismo, sea de Página/12 o La Nación. Un tipo de artículo donde sofoca el ficcionista que es, porque si vos leés sus libros –Robo para la corona, El silencio, sobre todo la historia de la Iglesia- son libros que no dan un paso sin una maciza información muy precisa. Entonces tiene que sofocar algo que está presente en él, y que quizás sea el aire de familia que tiene.

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Es un periodista riguroso, en lugar de científico. Y lo es porque el dato tiene un papel fundamental en toda su perspectiva de información. Pero está el drama de la Historia, o sea, en él hay detrás un 18 Brumario, me parece.

(…)

Él esta apoyando al gobierno, con algunas reservas. Eso se ve en sus notas. Sus notas tienen algo inesperado porque es una tribuna de alguien dolido por el país, dolido por su historia y la historia de sus amigos, por la herencia del padre. Sería un error considerarlo alguien que trabaja para un gobierno, obviamente, como muchos lo consideran.

Tiene una visión cruda de la política. Eso también a mí me sorprende porque yo no la tengo y veo cómo baja la guadaña permanentemente sobre situaciones, personajes. Igual, es muy político. Creo que tiene análisis de coyuntura permanente, percibe la situación semana a semana o día a día. Hay que ponerlo en la historia del periodismo argentino como un caso muy singular, incluso considerando toda la escena periodística actual, lo que se escribe en La Nación, en Clarín, considerando un Eduardo Van Der Kooy, un Carlos Pagni.

Creo que en el caso de Verbitsky -sin que estos dos que te mencioné sean tan diferentes, buscan efectos contundentes de la semana política, con menos ética personal porque están incluidos en grandes maquinarias periodísticas- su inclusión en Página/12 lo hace como un par, o un igual, de lo que sería el interés de Página/12.

Él tiene una fuerza muy grande en el diario. A veces él es el diario. Si bien hay otras plumas, por ejemplo Mario Wainfeld, pero contrasta mucho con él que es alguien destinado a apiadarse de las escenas y a juzgarlas como parte de la debilidad humana. En cambio Horacio, cuando escribe, se impone no tenerla. Y la debilidad humana de los demás no la tiene en cuenta sino a través de los efectos dañinos que causa. Digamos, un periodismo que tiene un alto grado de epicidad.

Su gran dilema es la ética. Y al mismo tiempo para eso tiene que hacer alianzas y conocer bien -como el detective norteamericano-, conocer la trama interna de toda subjetividad débil, que son finalmente los personajes de la vida política. Todos los escudos de fortaleza aparecen como grandes simulacros que el periodista está destinado a develar.

En algún momento él habló de modo de producción corrupto, reemplazando la idea de Marx del modo de producción capitalista. Eso fue durante el menemismo. Ahora es más difícil porque, ¿cómo juzgar este momento en relación con la corrupción? La corrupción es un concepto muy vago y ambiguo pero tiene una fuerza como si no fuera tan vago y ambiguo. Y ahí cabe de todo. Cabe todo el gobierno. Quiero decir, cabe cualquier gobierno. Cabe el capitalismo.

Ahora su tema es la salvaguarda de los derechos humanos y la crítica a las políticas de seguridad de derecha. Bueno, es un tema fuerte. Es un tema porque justamente el tema anticorrupción está del lado del periodista de casos menores, de los que siguieron el caso Boudou. Pero ésta es una época compleja para decir dónde está la corrupción.

Es muy difícil definir este momento. Hay un proceso de emancipación, insinuado y a veces más explícito, con fuertes concesiones a la lógica del capitalismo tal cual es y con algunos focos de los que clásicamente se llama corrupción. Eso está presente. Ahora, el mero punto de vista de la corrupción es un punto de vista desactualizado, y la santísima trinidad a la que apelan diarios como La Nación o Clarín, es inflación, corrupción e inseguridad.

Horacio, como todos, hizo entrar en su percepción del momento histórico el resultado de un gobierno con una tipología novedosa. Por lo tanto, esos tres factores, aun existiendo -inseguridad, inflación y corrupción- producen un efecto de desestabilización en un gobierno que tomó mitos de los setenta, los rehizo, tiene ciertas liturgias… No es un tema que trate él, pero creo que lo debe tener presente. Yo, personalmente, también los tengo presentes.

No es que no me inquiete ninguna de esas tres cosas. No me gustaría pensar eso; uno todavía piensa en un gobierno en el que no debería ocurrir… Un gobierno que se encuentra frente a un caso como el de Amado Boudou, sin que esto quiera decir que yo crea en lo que dicen los grandes medios. Más bien pienso que fue una medida del Estado para tomar una empresa en quiebra y pasarla a otro dominio, puesto que era una empresa que fabricaba bienes del Estado. Ahora, eso se hizo de una manera que sí puede ser cuestionada. Llamar corrupción a eso…

Quizás la teoría política debería tener conceptos más precisos para las lógicas del Estado. Al no haberlos, se ofrece como una teoría de la corrupción porque no existen otras palabras…

Ahora esto no se puede decir fácilmente porque la vida política es muy cruel: cualquier palabra que decís es capturada y devuelta en una forma que es una batalla a través de la prensa, y hay muy pocos dotados. Yo diría que Verbitsky es uno de ellos. Que tenga como si fuese el título de una película de guerra: Temple de acero, ¿no? Él es duro en eso, pero es una persona de una afectividad que yo no tengo, por ejemplo. Sin embargo, no me animaría jamás a ser tan implacable como él».

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Contenido complementario
 Pajarito en mano (reseña de documental sobre Rogelio García Lupo)
 Después de Gelman, partieron Galeano y Grass. Por suerte queda Bayer para recordarlos
 Un adiós al Juan Gelman periodista
 El oficio de periodista de Julio Ferrer (reseña)
 Página 12 por 24
 Foro Internacional por la Emancipación y la Igualdad. Anotaciones sueltas
 Del Papintern al primereo divino. Que Dios perdone a estos foristas
 Los archivos de Crónica, patrimonio nacional
 Día del Periodista, versión 2012. Por un reconocimiento libre de sacralización


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