A Roma con amor

«Para vos, jubilación equivale a muerte». Quizás la observación de Phyllis a su marido Jerry haya salido de alguna charla entre Judy Davis y Woody Allen fuera del set de filmación. Por lo pronto, podemos imaginar el comentario en boca de la actriz australiana luego de haber leído el guión de A Roma con amor: tras reconocer que éste es el trabajo menos aceitado del realizador neoyorkino, su compañera de aventuras cinematográficas (recordémosla en Maridos y esposas, Alice y Los secretos de Harry) también se da cuenta de que el rodaje de una nueva película constituye un acto vital que mantiene a raya el miedo a la Parca.

Los seguidores incondicionales pensamos que Woody puede permitírselo todo a sus casi 78 años. Si seguir escribiendo/dirigiendo/produciendo lo ayuda a enfrentar los temores propios de la edad, bienvenido sea su capricho de agregar un país a la sección extranjera de su filmografía.

Es cierto que Italia es el destino menos favorecido por la gracia alleniana. El contraste notable con el homenaje a París hace más evidente la caricatura norteamericana de los tanos, algo que el cineasta estadounidense no se atrevió a hacer con los franceses (tampoco con los españoles ni con los ingleses) y que habrá herido el orgullo de los romanos. De ahí las expresiones de despecho que encontramos en la prensa de la bota europea.

El largometraje ofrece un fresco absolutamente for export, desde la primera escena donde un agente de tránsito vocifera ante un choque que no consigue evitar hasta la recreación de una típica reacción pasional con cuchillo en mano. La postal se completa con la intervención de Roberto Benigni (embajador cinematográfico de Italia desde los tres premios Oscar a La vida es bella) y la brevísima participación de Ornella Muti (cuyo rostro deformado por las cirugías estéticas impresiona más que su otrora condición de estrella internacional).

La presencia de Woody delante de las cámaras (no lo veíamos desde Scoop) salva A Roma con amor del desencanto total. Reencontrarlo en la piel de un alter ego neoyorkino igual de obsesivo-compulsivo (entre otras taras, teme convertirse en víctima de un accidente aéreo, huele un canapé hecho por la esposa de un funebrero y dictamina «formol», le pide a su esposa psicoanalista recuperar todo el dinero invertido en Freud, atribuye su desconocimiento de la lengua italiana «a no haber aprobado español en el secundario») suaviza las críticas legítimas que, sin este atenuante, resultarían demoledoras.


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6 respuestas a “A Roma con amor”

  1. Avatar de Aberel
    Aberel

    No pude evitar recordar un episodio de «Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo…» en el cual Woody interpretaba a Fabrizio, un estereotipo de italiano latin lover cuya esposa era aparentemente frígida. Toda el sketch estaba ambientado y hablado en italiano, y resultaba muy gracioso porque toda esa película era una genialidad de parodias y absurdos.
    Pero eso fue hace décadas, Woody ya no es aquel jóven comediante, y no sé que habrá querido hacer en este caso.

  2. Avatar de María Bertoni

    ¡Jajajajaja! Recuerdo el episodio, Aberel, tan desopilante como el resto de la película… En Roma con amor, Allen juega con el estereotipo del tano (y con el del neoyorkino neurótico) con más mesura que años atrás. Creo que filmar se ha convertido en un pasatiempo para el realizador norteamericano: hace como otros mayores en edad de jubilarse que, en vez de abandonar la profesión, la ejercen por placer, sin exigirse como antes.

    Ante esta posibilidad, siento que no hay derecho a criticarlo.

  3. Avatar de Mabel
    Mabel

    Cuando hizo la peli de Barcelona recuerdo q le alguien dijo o leí ,q varios intendentes ,incluído el nuestro le habían pedido haga pelis con nombres de ciudades para promever el turismo o para homenajear ciudades ¿ Esta habrá sido a pedido?No la vi porq cuando intenté el jueves pasado no habia mas localidades en la función y no volví .Quedrá para ver en casa .(Benigni me frena más q una peli mediocre del genio )

  4. Avatar de María Bertoni

    Me cuesta creer que Woody Allen trabaje por encargo, Mabel. En todo caso, sus ganas de filmar en tal o cual ciudad coincidirán con el interés promocional del alcalde/intendente de turno: de ahí que el director haya conseguido sin problemas los permisos necesarios para rodar en urbes tan complicadas como París, Roma, Londres, Barcelona.

    En cuanto a Benigni, actúa sin demasiadas estridencias. Sus intervenciones son tolerables, aún para quienes no lo soportamos.

  5. Avatar de jorge
    jorge

    Yo nada se de cine (se pueden hacer varias bibliotecas con las cosas que no se, en realidad) pero acerca de lo que dice Mabel sobre las ùltimas pelìculas de Woddy Allen vinculadas a ciudades europeas (Vicky Cristina Barcelona, Medianoche en Parìs y A Roma con Amor) mas las noticias que dicen que la pròxima serà en Copenhague,…es verdad que lo han acusado de estar aprovechando ayudas , subsidios, premios que los entes de promociòn de las ciudades le dan a un director como èl para que filme y nombre la ciudad en el título.

    Son cosas que leo gugleando por allí Click aquí , pero no se si seràn ciertas.

    Igual, es posible que aproveche las subvenciones (si las ciudades son «marcas», no estaría mal cobrar por nombrarlas como se le cobraría a la Coca Cola, por ejemplo) pero eso podría no comprometer el producto artístico ¿no?

    besossssssssss

  6. Avatar de María Bertoni

    ¡Jorge! ¡Qué bueno leerte en Espectadores…!

    Quizás porque soy fan de Woody, relativizo las «acusaciones» de cierta conducta venal (¿?).

    Artículos como el que linkeás parecen sugerir que 1) el intendente de tal ciudad quiere homenajearla/promocionarla con una linda película; 2) contacta a Allen y le ofrece un dinero bajo la forma de subsidio, premio o prima para que filme allí (en otras palabras, le encarga una publicidad); 3) Woody acepta, se traslada a la ciudad indicada y cumple con el trabajo de promoción turística.

    En mi carácter de fan, me permito invertir la secuencia cronológica de la siguiente manera: 1) WA decide que va a filmar en, por ejemplo, Copenhague; 2) sus productores realizan los contactos necesarios para el trabajo de pre-producción (reservar locaciones y obtener los permisos necesarios para rodar en la vía pública, etc); 3) las autoridades municipales se enteran y entonces se declaran a disposición del realizador para facilitarle las tareas; 4) Woody y su equipo aceptan de buen grado la colaboración.

    En esta (sutil) diferencia me baso cuando pongo en duda la hipótesis del «trabajo por encargo».

    Dicho esto, aún cuando Allen explote el aspecto promocional de sus películas (porque le pagan o para retribuir la amabilidad de las autoridades municipales), creo que los altibajos en su filmografía se explican más allá de esta tendencia (por ahora europea).

    En mi opinión, la edad es el factor más determinante. No por una cuestión de senilidad, sino por esos permisos que la mayoría de los mortales se toman cuando acumulan cierta cantidad de años.

    A los 78, Woody filma donde / como / cuando / lo que quiere, y además consigue las mejores condiciones de rodaje gracias al apoyo institucional (y poblacional) de las ciudades donde ambienta sus historias. Más de un periodista parece envidiarlo por esto.

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