Mercedes no se va y, si se va, será por un rato nomás. Porque enseguida vuelve.
Vuelve en el recuerdo de sus discos/cassettes/CDs, y en especial de aquel recital en el Teatro Ópera cuya grabación me enseñó las primeras letras de Enrique Cadícamo, Violeta Parra, Silvio Rodríguez, Charly García cuando todavía no sabía quiénes eran Enríque Cadícamo, Violeta Parra, Silvio Rodríguez, Charly García, cuando no entendía que alguien pudiera entrar en el pasado de una vida, qué es lo que se enreda como en el muro la hiedra, qué cosa es la maza sin cantera, qué nos espera cuando empezamos a quedarnos solos.
La portada de aquel álbum muestra el rostro de La Negra acoplado a las montañas de nuestro noroeste argentino, y de esta manera confirma que nadie representa mejor a la mismísima pacha mama. Los pómulos pronunciados, la nariz aguileña, los ojos rasgados, los párpados cerrados reinan bajo la luz de un sol también parte (como extirpado) de la tierra.
Indefectiblemente Mercedes se convierte en otro recuerdo asociado al advenimiento de la democracia en 1983-1984 y al inicio de una pubertad irreductible a la mera revolución hormonal. Atahualpa Yupanqui, Félix Luna, César Isella, León Gieco, Víctor Heredia, Sting, Pablo Milanés, Fito Páez, Nito Mestre, los hermanos Carabajal, el Cuchi Leguizamón, Teresa Parodi, Eladia Blázquez, María Elena Walsh, Alejandro Lerner, Milton Nascimento… ¿Cuántos autores y compositores pasaron por su garganta?
En 2009 la Parca ha lucido como nunca su faceta cholula. Llevarse a la Negra Sosa es el colmo de la angurria farandulera. También resulta una empresa destinada al fracaso: porque Mercedes no se va y, si se va, será por un rato nomás para volver enseguida, encarnada en recuerdo (inmortal).
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