Reseña redactada por Ana.
————————————-
La Asociación de Periodistas de la Televisión y Radiofonía Argentinas (APTRA) presentó antenoche la entrega número 39 de los premios Martín Fierro a la producción radial y televisiva de 2008. Los máximos ganadores fueron dos programas de Telefé: Los exitosos Pells, cuyos actores principales se llevaron seis premios, y Vidas robadas que obtuvo siete estatuillas (a los mejores actores dramáticos, autor y telenovela entre otras categorías) además del codiciado gaucho dorado.
Del espectro radiofónico, Radio 10 fue distinguida por su servicio informativo y por El oro y el moro, considerado el mejor programa de interés general. María O’Donnell y Alfredo Leuco en labor periodística, y Elizabeth Vernaci y Eduardo Aliverti en conducción integraron la lista de los demás ganadores.
Al inasible «público» le tocó premiar con la estatuilla de platino a algún poseedor del Martín Fierro de oro; la afortunada fue Mirtha Legrand. También hubo reconocimientos especiales para Juan Carlos –Minguito– Altavista, a veinte años de su muerte, y Marcelo Tinelli por sus dos décadas de permanencia televisiva con Video/Showmatch.
El evento se realizó en el hotel Sheraton de Buenos Aires, fue conducido por Mariana Fabbiani y Guillermo Andino, y duró cinco horas. Hasta aquí, la información básica. A continuación, las apreciaciones personales.
Es difícil reseñar una ceremonia de premiación sin compararla con otras entregas más aceitadas, y cuyos mecanismos de nominación y premiación son claros (por las dudas nos permitimos señalar que los Emmy, y no los Oscar, son los equivalentes a los MF). Si nos concentramos en APTRA, organismo encargado de otorgar los premios y conformado por algunos críticos y periodistas de radio y televisión, cabe recordar que su prestigio fue públicamente cuestionado años atrás.
El sitio web de la entidad carece de información detallada sobre sus miembros y sobre el proceso o los criterios de selección. Aunque la edición 39 de la entrega incorporó nuevos mecanismos de control (tecnología del voto electrónico, actuación de escribanos entre otros), la duda sigue instalada en la instancia de las nominaciones.
¿Cómo se elige a los candidatos? ¿Con qué criterio(s) se crean/eliminan categorías? ¿Qué período de tiempo se considera apto para acotar la elección de programas o labores? En este punto también cabe preguntarnos, si Lalola ganó el Martín Fierro de Oro en 2007, ¿por qué Carla Peterson y los autores Esther Feldman y Alejandro Maci fueron nominados en 2008 por la misma serie?
Otra cuestión incomprensible es que una misma entrega premie el desempeño radial y televisivo. Si los canales de aire y los de cable reciben sus galardones por separado, ¿por qué no distinguir entre radio y TV?
Pasando al análisis de la transmisión, recomendamos que una próxima cobertura reduzca la infinita cantidad de desprolijidades que cometió el equipo de Liliana Parodi, y que todos vimos por América. Para empezar, antes de la realización del evento, la producción debería procurar que los responsables de entregar los gauchos ensayen la «rutina coreográfica» (por llamarla de alguna manera), memoricen sus escasas líneas o usen un teleprompter (¿hace falta decir que antes habría que implementarlo?).
Las cinco horas de transmisión les pesaron a Fabbiani y Andino. Lejos de limitarse a presentar nominaciones, premios y cortes publicitarios, Mariana y Guillermo también hicieron comentarios personales en cuanta oportunidad se les presentó, a veces para llenar los silencios de los discursos triunfadores, a veces para disimular el murmullo permanente e impertinente de los invitados.
De hecho, aunque asegura la asistencia de los famosos, la organización de una cena nunca consigue que los comensales demuestren respeto por sus pares (en especial por los ganadores de la radio) y por los mismísimos televidentes. Antenoche no fue la excepción: el cuchicheo constante y las imágenes de mesas desertadas coparon la pantalla chica.
Sin dudas, la entrega de los Martín Fierro debe mejorar. Entre las primeras medidas a tomar, sus organizadores deberían reglamentar con absoluta claridad el proceso de selección de nominados y ganadores (así evitarían suspicacias), y pulir la televisación del evento. De esta manera, se liberarían de la desorganización y ligereza propias de nuestra idiosincrasia que (pudimos constatarlo) también perjudican a nuestra distinguida televisión.
Deja un comentario