Reseña redactada por Ana.
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El domingo a la noche no hubo demasiadas sorpresas. Slumdog millionaire fue la gran triunfadora de la noche con ocho premios (incluyendo el de mejor película, director y guión adaptado); Frost/Nixon fue la gran perdedora (no se llevó absolutamente nada); Sean Penn, Kate Winslet, Heath Ledger, Penélope Cruz ganaron en sus categorías (tal como se había pronosticado) y la cobertura de TNT para Latinoamérica incluyó el (siempre insoportable) doblaje simultáneo.
Aún así, y aunque duró menos que sus antecesoras (cuatro horas y media), la ceremonia a cargo de Bill Condon y Laurence Mark se distinguió del resto.
En líneas generales, la producción pareció buscar el visto bueno del público joven. Se proyectaron imágenes de las películas del año, editadas como videoclips y musicalizadas con canciones de moda (en dos ocasiones sonó Coldplay); algunos protagonistas de éxitos taquilleros para adolescentes (por ejemplo, Crepúsculo y High School Musical) presentaron premios e incluso protagonizaron números de baile, y hasta John Legend fue quien subió al escenario para cantar la canción nominada de Peter Gabriel (los veinteañeros estadounidenses conocen más a su compatriota que al solista y compositor británico, presente entre las estrellas convocadas y acomodadas en sus butacas).
Salvo por aquéllas correspondientes al rubro “Actuación”*, las nominaciones fueron enumeradas en función del orden que rige la realización de todo film. Se empezó entonces por la instancia de pre-producción (guión, dirección de cinematografía, arte, maquillaje y vestuario) y luego se pasó a la etapa de post-producción (efectos especiales, banda sonora, edición de sonido y montaje).
Éste fue un verdadero hallazgo no sólo porque se aprovecharon los distintos espacios del inmenso escenario, sino porque se evitó la apabullante entrada y salida de presentadores, y en cambio se permitió que las mismas personas entregaran las estatuillas de hasta cuatro categorías diferentes.
Hugh Jackman como maestro de ceremonias fue otro punto fuerte de la noche. Con o sin compañía, mostró sus dotes de bailarín y cantante en la coreografía de apertura y en otro número a mitad del show.
El actor australiano entonó en vivo e hizo gala de una magnífica voz. No sucedió lo mismo con Beyoncé, que hizo playback cuando ambos coincidieron en el homenaje dedicado a los musicales.
El escenario del Kodak Theatre se convirtió en un espectáculo de luces, pantallas y colores (variaban mucho las tonalidades del piso y de los telones). A diferencia de otras veces, y para maravilla de los televidentes, la orquesta que tocaba en vivo nunca interrumpió los discursos de los galardonados.
La 81ª entrega de los Oscar se asemejó más a una entrega de premios MTV que a lo que tradicionalmente se ve en este gran evento del cine hollywoodense. El cambio de productores buscó desacartonar, es decir, transformar lo tradicional y conservador en llamativo y “consumible”.
En definitiva, el resultado a la vista fue bueno: la ceremonia elevó el rating y generó críticas satisfactorias entre los miembros de la prensa especializada. Por lo tanto, a nivel televisivo, ¡mejor, imposible! En cambio, no puede decirse lo mismo desde una perspectiva cinéfila.
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* La presentación de los premios a la actuación fue otra novedad porque estuvo a cargo de cinco actores distinguidos en entregas anteriores. Aunque interesante, la innovación se pareció más a una campaña a favor de cada candidato nominado que a la introducción de los trabajos ternados.