Sin dudas, Milk pertenece a la categoría que la autora de este post da en llamar «cine pedagógico», es decir, a ese grupo de películas (documentales o de ficción) que reconstruyen o recrean lo sucedido en determinados lugar y época, y a determinado(s) protagonista(s). Por suerte, el director Gus Van Sant evita dos de los grandes riesgos que corre este tipo de producciones: por un lado, confundir «relato histórico» con «mera sucesión cronológica» y, por el otro, confundir «dramatización» con «dramatismo».
Esto no significa que el film pronto a desembarcar en Buenos Aires carezca de rigurosidad narrativa. Al contrario, da la sensación de que Dustin Lance Black se inspiró en cierto material de archivo con la intención de reforzar un guión poco abierto a interpretaciones excesivamente subjetivas.
Tampoco puede decirse que los responsables de este largometraje carezcan de sensibilidad. Al menos ésta es la principal virtud de Sean Penn, que encarna el rol protagónico y que también se luce por su condición camaleónica (impresiona su parecido con el verdadero Harvey Milk) y por su compromiso social (cabe destacar que aquí nos asomamos a la carrera política de un dirigente gay en la San Francisco de los años ’70).
El elogio es válido para los menos experimentados James Franco y Emile Hirsch, que ya supo lucirse en Héroes imaginarios y en Into the wild (vaya casualidad cinematográfica, drama dirigido por el mismo Penn).
Cuesta mirar Milk fuera del contexto de su estreno. Es decir, sin tener presente la trayectoria de Barack Obama antes de llegar a la Presidencia de los Estados Unidos, sin recordar la vigencia de grupos fundamentalistas que combaten el menor síntoma de diversidad, sin pensar en la polémica desatada alrededor de la Proposición 8 (sucesora de la Proposición 6 que se discute en el film).
Quizás esta asociación implícita con nuestra actualidad sea el aspecto más interesante del cine pedagógico y, quizás, el motivo por el cual personalidades como Van Sant y Penn elijan sumarse a un proyecto de este tipo. Al margen de posibles especulaciones, una cosa es segura: este film vale por su condición de ventana imaginaria que nos permite asomarnos a una sociedad, a una personalidad, a una lucha, a retazos de un pasado reciente.
La experiencia desasnará a muchos, sensiblizará a unos cuantos y, sin dudas, trascenderá el interés y/o la valoración exclusivamente cinematográficos*.
——————————————————————
* Los admiradores de Gus Van Sant tal vez coincidan con este post en que que Milk no es su mejor trabajo: en un Top 3 imaginario, ocuparía un cuarto lugar después de 1) Todo por un sueño (imbatible, a mi juicio), 2) Elephant, y 3) Mi mundo privado. Aún así, resulta más interesante que la taquillera En busca del destino, más conocida por su título original: Good Will Hunting.
Deja un comentario