Jay y el silencioso Bob

Que Dios y san Freud sepan perdonar la envidia que le tengo a Kevin Smith. «Envidia de la sana» diría alguna abuela conciliadora porque, en realidad, al tipo no le deseo ningún mal. Lo cierto es que me encantaría hacer lo que hace él: se dedica a su pasión (las historietas y el cine… en ese orden), trabaja con sus amigos (entre ellos, Matt Damon y Ben Affleck), su esposa (Jennifer Schwalbach Smith) y sus ídolos (Mark Hamill por ejemplo). Por si esto fuera poco, se permite mofarse de la industria a la que pertence, así como rechazar la expresión «una película de Kevin Smith» («a Kevin Smith film», como suelen decir en Hollywood) por considerar que un largometraje es obra de todos los involucrados y no sólo del realizador.

Descubrí al guionista/productor/director/actor nacido en New Jersey gracias a La otra cara del amor, más conocida como Chasing Amy, y poco después lo reencontré conduciendo una entrevista muy interesante al pintoresco Stan Lee. La tercera cita tuvo lugar días atrás, Jay y el silencioso Bob mediante. Sin dudas, la experiencia resultó fascinante.

La fascinación se debe menos a la (discutible) calidad de esta sátira que a su (incuestionable) estilo informal. Dicho de otro modo, queda claro que Smith quiere divertirse y divertirnos a partir de ocurrencias y gags más o menos desopilantes, alojados en una estructura narrativa coherente pero por momentos incompatible con la noción de guión sólido y acabado.

Dadas las circunstancias, prefiero elogiar al film por sus partes antes que como un todo. Por eso a continuación publico una lista de perlitas que probablemente seduzcan a los amantes de cierto «cine freak».

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* A esta altura las películas que cuentan la filmación de otra película (El Caimán es uno de los ejemplos más recientes) son poco originales. Más original es una película sobre dos personajes empecinados en impedir la filmación de otra película, que encima pretende recrear sus propias vidas.

* A los espectadores nos gusta cuando los protagonistas de un largometraje o serie miran a cámara, y por lo tanto nos miran a nosotros. A muchos les resultará gracioso que, además, nos miren con gesto inquisidor o reprobatorio.

* La clave del cine y la televisión autorreferenciales está en la selección de caras reconocidas y reconocibles que enaltezcan el juego de guiños. En Jay y el silencioso Bob cabe destacar la participación de Gus Van Sant que encarna a un cineasta obsesionado con el dinero, del mencionado Hamill que se deja amputar el brazo como en La guerra de las galaxias, de los igualmente mencionados Damon y Affleck que comparten el set de la supuesta secuela de En busca del destino (más conocida como Good will hunting).

* Entre otras figuras famosas, también intervienen el director Wes Craven, Will Ferrell (muy gracioso como polícía de flora y fauna), Chris Rock (en la piel de un director negro anti-blanco), los ex ídolos adolescentes Judd Nelson, Shannen Doherty y James Van Der Beek, los ex American Pie Jason Biggs y Seann William Scott, y Alanis Morissette (reservada para los créditos).

* A Smith le gusta asegurarles cierta continuidad a sus personajes, aún cuando les toque un rol secundarísimo en un próximo título. Por eso, en Jay y el silencioso Bob la protagonista de Chasing Amy asiste a una avant-première.   
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Habrá quienes consideren que la inclusión de gags escatológicos y de connotación sexual opaca el brillo de un humor en principio inteligente. Ante la eventual objeción, conviene recordar que esta propuesta retoma/parodia las características de un tipo de comic donde los chascarrillos vulgarotes ocupan un lugar preponderante.

Jay y el silencioso Bob no es una obra de arte; tampoco una pieza de colección. Sin embargo, vale pena mirarla al menos como prueba de que -vaya fortuna- existe alguien capaz de dedicarse de lleno a su pasión, trabajar con amigos, pareja e ídolos, mofarse de su empleador, e incluso rechazar una simple expresión en nombre del menospreciado trabajo en equipo. 

No hay nada más que hablar. Cuando sea grande, quiero ser como Kevin Smith. Que Dios y san Freud sepan perdonarme.