Kim Ki-duk y Jafar Panahi en primera persona

¿Qué tienen en común Kim Ki-duk y Jafar Panahi, al menos a partir de la proyección de Arirang y This is not a film en la 26a edición del Festival de Cine de Mar del Plata? Primero, la situación de parate profesional: en el caso del realizador coreano por una suerte de bloqueo creativo; en el caso del iraní por la sanción que le impuso la Justicia de su país. Segundo, la imperiosa necesidad de abandonar el «detrás de cámara» con el fin de expresarse en primera persona.

Para ambos cineastas, el acto de filmar(se) implica una apuesta a la fuerza testimonial contra la adversidad. En este sentido queda relegada la cuestión técnica, muy detrás del ejercicio catártico o terapéutico.

En general, es probable que la denuncia política a cargo de Panahi y su camarógrafo Mojtaba Mirtahmasb conmueva más que las reflexiones artísticas y deontológicas de Ki-duk. Por lo pronto, resulta imposible permanecer indiferente ante un director condenado a la prohibición de ejercer su oficio durante veinte años.

En cambio, cuesta poco imaginar la irritación que el autor de El arco seguro provocará entre sus detractores. «Narcisista proclive a la victimización» es un diagnóstico posible, que por supuesto no compartimos quienes queremos al cineasta coreano y por lo tanto creemos en su honestidad intelectual.

Si la forzaran a elegir, esta admiradora de Ki-duk se quedaría con Arirang antes que con This is not a film. No por razones de «superioridad cinematográfica» (vaya expresión odiosa) sino por empatía personal.

Es una experiencia sumamente conmovedora asistir a la lucha interna del realizador autoexcluido, a su rapto de fantasía cuando se cobra la traición de sus asistentes de dirección, a sus destellos de sentido del humor cuando se mofa de sus propias declaraciones. Por suerte, nada evoca aquella gran desilusión provocada años atrás por la insoportablemente ególatra Takeshis’.


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