Madame Bovary

Madame BovaryEl mes pasado se cumplieron 150 años de la publicación de Madame Bovary, novela que convirtió a Gustave Flaubert en uno de los escritores más valorados de su país. Adaptada varias veces al formato cinematográfico y televisivo, la obra mantiene su vigencia en tres sentidos: como referente de una época, como retrato de una clase social, como sutil ensayo sobre la intrincada psiquis femenina.

Pasó un siglo y medio, y el periodismo cultural sigue recordando la famosa  «Madame Bovary, c’est moi» («Madame Bovary soy yo»), frase que el mismo autor habría dicho para ilustrar el compromiso asumido con su personaje y que -coincidencias de la Historia- parece inspirada en otra cita famosa, pronunciada por otro francés de renombre: el rey Luis XIV*.

Probablemente todas las lectoras del libro hayan (hayamos) sentido que este personaje nos pertenece o representa. A título personal, debo confesar que lo leí por primera vez a los 15 años, y que en ese momento me resultó indiferente, por no decir aburrido (ay, pecado de juventud). Tiempo después, la curiosidad me llevó a retomar la novela y la experiencia fue reveladora.

Salvando las distancias espacio-temporales, Emma encaja perfectamente en nuestra época. Porque -lo asumamos o no- nuestra existencia sigue girando en función de ciertos mandatos sociales, de ciertas conductas hipócritas, de ciertas ilusiones prefabricadas. Porque aún hoy las mujeres seguimos padeciendo la imposición de normas, patrones y modelos. 

Alguna vez se me ocurrió pensar que, hoy en día, el personaje de Flaubert no recurriría al suicidio para escapar de una vida abúlica, malograda, desaprovechada. En cambio, tal vez porque se trata de una enfermedad sufrida por jóvenes de clase media/alta, imaginé que el trágico final podría anunciarse en forma de anorexia fulminante.

En fin… Fantasías de una lectora que por momentos cree reconocer en su persona alguna espina «bovariana» clavada casi 150 años después.

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* La frase del monarca fue «L’Etat c’est moi» o «El Estado soy yo».


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