María Antonieta

Echémosle la culpa al trailer nomás. En realidad, lo que parecía síntoma de mal presagio remite a esa necesidad de «vender» un producto en principio ligado a la cultura teen. De ahí la decisión de agregar el subtítulo La reina adolescente a un producto pop cuestionable pero igualmente interesante.
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Maria AntonietaLos aspectos cuestionables de María Antonieta cobran relieve si uno la mira con rigor histórico. En ese caso, molestarán la contradicción idiomática (al inglés norteamericano de Kirsten Dunst se le suman el inglés falsamente afrancesado de Judy Davis y el francés ocasional de algunos personajes secundarios) y la escasa importancia otorgada al precario contexto social que rodeaba a la infranqueable burbuja de Versailles.

Cabe entonces preguntarse si es posible valorar la película de Sofia Coppola desde otra perspectiva. Yo creo que sí.

En su blog Santiago Roncagliolo sostiene que la hija de Francis se escuda en la figura de María Antonieta para pintar su propio retrato. El paralelismo trazado entre ambas niñas ricas desemboca en ciertas conclusiones acerca de la vida privada de la directora, y de sus intenciones a la hora de rodar este film.

Sin ánimo de generar polémica, me permito disentir de esta postura, y proponer una visión menos personalista. De hecho, creo que el largometraje de Sofía alude menos a su situación particular que a su entorno, es decir a esa suerte de aristocracia contemporánea que a veces se confunde con el jet set internacional y con la alta dirigencia política y económica del Primer Mundo.

Dicho de otro modo, La reina adolescente propone no tanto una descripción autorreferencial, sino la pintura de una clase social cuyas características no han variado demasiado desde mediados del siglo XVIII hasta la actualidad, aún después de 1789, de las decapitaciones y de otras tantas revoluciones.

Desde este punto de vista, uno podría entender las licencias narrativas de Coppola. Me refiero al plano detalle de la zapatilla Converse entre los zapatos de época, o a una banda sonora que combina piezas de Bach con canciones de New Order y Siouxie and the Banshees. Hasta la elección de Dunst cobra sentido (la actriz norteamericana tiene en su haber distintas películas sobre jovencitas acomodadas, por ejemplo Bring it on o La sonrisa de Mona Lisa).

Al margen de posibles especulaciones y en términos estrictamente cinematográficos, María Antonieta cuenta además con varios puntos a favor. Por un lado, un guión sobrio y ameno, que sabe explotar detalles propios del protocolo monárquico de aquel entonces, y que nos permite disfrutar de una escenografía y vestuario imponentes.

Por el otro, están las actuaciones. Nobleza obliga, Kirsten cumple muy bien con el rol protagónico, así como Jason Schwartzman encarnando a Luis XVI y los integrantes de todo el elenco. La ya mencionada musicalización constituye otro acierto, no sólo porque acerca la corte versallesca a la clase alta actual, sino porque impacta por su potencia, diversidad y pertinencia.

Sin dudas, la película de Sofía Coppola merece nuestra atención, aunque más no sea porque permite reflexionar sobre la continuidad de un sistema cuya longeva aristocracia sigue vivita y coleando en su palacio de cristal. Con o sin corona. Antes y después de la guillotina.