Titanes en el ring

Inspirémonos en la anécdota de Guillermo Moreno con los guantes de box, e imaginemos que el Luna Park es sede de un campeonato entre dos pesos pesados. El duelo es de tal magnitud que no cabe en una sola fecha; por eso se rige por un cronograma de encuentros que consiste en la disputa de un título distinto por cada nuevo enfrentamiento. 

En esta caricatura, Fibertel y Papel Prensa son las nuevas copas por las que el Grupo Clarín y el kirchnerismo vuelven a pelear. Seguro, el presentador de este último desafío le recordaría al público los cruces anteriores (por las retenciones al Campo, por Fútbol para Todos, por la Ley de Medios) y aquéllos todavía pendientes (por los hijos de Ernestina de Noble, por la represa arrocera en Ayuí).  

Siempre atentos a la metáfora del box, recordemos distinguir entre deporte (o el arte de vencer al rival con recursos legítimos) y espectáculo (o el arte de montar escenas funcionales a la elaboración de un relato, si es mítico, mejor). Tampoco olvidemos la gran enseñanza del periodismo: siempre venden más la sangre y la transgresión de los contrincantes, así como las sospechas sobre la integridad de organizadores, sponsors y jueces.

En esta caricatura, cuesta menos reconocer a los asistentes de la última pelea: básicamente ciudadanos cuyo poder adquisitivo les permite 1) comprar entradas a este tipo de eventos, 2) pagar un servicio de banda ancha (y por lo tanto medir la importancia de la copa Fibertel), 3) convertirse en asiduos lectores de diarios que prometen independencia, objetividad y servicio a la comunidad (imposible no sufrir por la copa Papel Prensa).

La mayoría de estos espectadores vive en la ciudad de Buenos Aires o en zonas privilegiadas del conurbano bonaerense. El resto viajó desde las principales ciudades del interior. Detalle no menor: todos usan una red social, algunos para montar espacios en función de pronósticos y preferencias.

Tan cerca del ring, cuesta evaluar el verdadero alcance del match y tomar distancia del despliegue espectacular. Pasa un poco como con el Mundial: la promoción del evento, la cobertura de los medios, la euforia popular (con perdón del adjetivo) reducen el presente a contados hechos (partidos y clasificaciones), protagonistas (DTs, jugadores, referís, hinchadas) y resultados (goles, vencedores, derrotados). Mientras dura la competencia internacional, nuestra realidad nacional también viste la albiceleste y usa gorro de juglar.

Los argentinos no vemos mucho más allá.

Señalar coincidencias o cruces entre política y deporte dista de ser una ocurrencia original (dijimos algo parecido a propósito de Invictus). Sí, en cambio, sirve como ilustración e introducción de/a un análisis enfocado en la cuestión comunicacional, es decir, en la dimensión simbólica de un enfrentamiento cuyos protagonistas también son cronistas y jueces.

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