Avatar

¿Qué es el cine? ¿En qué consiste una «revolución cinematográfica» (a no confundir esta expresión con la filmación de una revolución)? De la respuesta a estas dos preguntas depende, en gran parte, la apreciación que hagamos de Avatar, megaproducción a cargo de James Cameron cuya pretendida capacidad de innovación  constituye el eje central de su difundidísima promoción.

Para quien suscribe, el cine cuenta historias verdaderas o inventadas que nos invitan a descubrir personajes, experiencias, sensaciones, sentimientos, puntos de vista, y que de alguna manera nos llevan a reflexionar sobre nuestra realidad, nuestro entorno, nuestra condición humana (a veces animal), también sobre nuestras fantasías. Desde esta perspectiva, el soporte tecnológico del llamado «séptimo arte» ocupa un segundo lugar (por eso los avances técnicos no pueden reparar -ni siquiera compensar- la ausencia de un buen relato).

Para quien suscribe, las revoluciones audiovisuales son irreductibles a los saltos productivos en la industria de la animación y los FX. De ahí que la verdadera innovación se genere en el contenido, no en la forma.

Dicho de otro modo, basta con ver los tres o cuatro minutos que dura el trailer de Avatar para asistir a la revolución que proclaman los publicistas de Cameron. En cambio, las casi tres horas de película son -además de excesivas- una prueba de la importancia sobredimensionada que Hollywood le asigna a la capacidad técnica en detrimento de la creatividad narrativa.  

En este sentido, Avatar podría encerrar una alegoría sobre este desequilibrio entre contenido y forma. De hecho, como los malvados Quaritch y Parker, Cameron también se cree imbatible porque cuenta con un presupuesto millonario y con equipos de última generación.

Si es cierto que el creador de Terminator supera todas las marcas en términos de efectos especiales, también es cierto que pierde pie en términos narrativos, no sólo porque cuenta una historia trillada (décadas atrás, Ray Bradbury imaginó el desastre que sus compatriotas harían en otro planeta), sino porque ni siquiera es capaz de retratar a los Na’vi como criaturas de esencia realmente distinta (al contrario, los habitantes de Pandora manifiestan su desconfianza, sus celos, su competitividad, liderazgo, belicosidad, desperación como cualquier descendiente del Uncle Sam).

Como Bradbury con Crónicas Marcianas, e incluso como Kevin Costner con Danza con lobos, el ocurrente James reedita la conquista de América: lo peor (la invasión, las expropiaciones, el sometimiento, la explotación) y lo menos malo (la intención de pacificación e integración de algunos). Quizás por eso, convoca a actores de raza negra o descendientes de aborígenes para que encarnen a las víctimas de la invasión anglosajona.

Réplica de otras megaproducciones que imaginan mundos lejanos con brujos, bestias fantásticas y más brujos, Avatar fusiona animales prehistóricos y mitológicos, recrea escenografías selváticas, otorga superpoderes a sus protagonistas, desarrolla alguna nueva lengua extranjera, ejecuta orquestas y coros apocalípticos, y enfrenta al Bien contra el Mal (eso sí, también nos advierte que no todos los marines son brutos, inescrupulosos y villanos). 

Ante tanta reiteración temática, ante una estética informatizada, ante la obviedad de sus enseñanzas ecológicas y de corrección política, a algunos espectadores nos cuesta reconocer, no sólo indicios de buen cine, sino la prueba fehaciente de la tan promocionada (por lo tanto esperada) revolución.


Posted

in

by

Tags:

Comments

6 respuestas a “Avatar”

  1. Avatar de Ade
    Ade

    Mezclamos un poco de su «Abismo», le agregamos un toque de «Pocahontas», un par de transformers japoneses, la guita de «Titanic»… y tenemos «Avatar».

    Una observacion: el maderagonista Sam Worthington, que aparece en la ultima de Terminator y en la proxima «Furia de Titanes»… ¿esta de moda? ¿Por que no me dedique a la actuacion?

  2. Avatar de Natalia Alabel

    No la vi aún, pero el término «maderagonista» se lleva mis palmas 😉

  3. Avatar de elpulemto
    elpulemto

    Difiero completamente con la afirmación «el soporte tecnológico del llamado “séptimo arte” ocupa un segundo lugar»; no diré que está en primer lugar, sino más bien que deben estar juntos en un relato cinematográfico, por dos razones claras. Primero, porque si lo más importante es un relato, para eso leo un libro o veo una serie de tv, el cine es cine porque las cosas que se logran en pantalla gigante, con cámaras específicas y otras tecnologías agregadas no se obtiene ni de la tv ni de otros soportes audiovisuales; y segundo, porque sólo las grandes películas del cine supieron ver esa simbiosis y conectaron la sustancia del relato y le pusieron un soporte tecnológico adecuado, piensen en un Ciudadano Kane sin profundidad de campo, un Potemkin sin primeros planos o a un Hitchcock sin… bueno, ese se las sabía todas =P

    Por eso mismo Avatar no es más que una película que inventa una técnica, pero falta mucho para sacarle todo el partido expresivo a una herramienta como el 3D. Además, no hay nada más latero que los personajes unidimensionales de Avatar, como el milico fascista, la científica trabajólica y obsesionada o el inválido ingenuo e idealista. Aunque, personajes con tres dimensiones han existido desde que el cine es cine, pero esa es otra cosa.

  4. Avatar de María Bertoni

    Efectivamente, Ade, Avatar es un patchwork de tanques anteriores. En cuanto a Sam Worthington, habría que ver las películas que filmó antes de llegar a Hollywood. A lo mejor, su trayectoria se parece a la de otros actores carilindos que el star system se encargó de encasillar/condicionar/malograr.

    Mea culpa, Elpulemto. La frase “el soporte tecnológico del llamado séptimo arte ocupa un segundo lugar” es extremista y desmerece la importancia de la técnica en el cine. Por supuesto debe haber simbiosis entre forma y contenido y, desde ya, El ciudadano no sería lo que es sin el uso de la profundidad de campo, y El acorazado Potemkin no habría pasado a la historia sin sus primeros planos y su montaje verdaderamente revolucionario.

    De la misma manera, y retomando ese último ejemplo, creo que podemos invertir el razonamiento y pensar que la importancia de los primeros planos y del montaje sólo cobra contundencia en relatos como el que elaboró Eisenstein.

    Volviendo al post, la frase desafortunada se aplica especialmente a la irrupción de los efectos especiales que, dicho sea de paso, comparten tanto el cine como la televisión. Desde ya, los FX enriquecen una buena historia de acción, fantasía, ciencia ficción; en cambio difícilmente compensen o disimulen un relato fallido.

    Quizás por la misma razón, y aunque corra el riesgo de resultar anacrónica, creo que una buena historia de acción, fantasía, ciencia ficción puede prescindir de la parafernalia que a Cameron le gusta desplegar. En este sentido privilegio (levemente) el contenido (el relato) por encima de la forma (técnica).

  5. Avatar de Andrés

    «El traveling es una cuestión moral», decía Godard, por lo que forma y fondo pasan a ser lo mismo. Pero al margen de esta discusión creo que la película de Cameron no es un desastre y tiene varias cuestiones interesantes.

    Por un lado creo que hay indicios de buen cine. La batalla final, por ejemplo, está narrada con pericia; Cameron sabe lo que hace y no se esconde detrás de un montaje vertiginoso. Y, por otro lado, es probable que la película termine siendo revolucionaria en algún sentido. Quizá el término quede un poco grande (difícil establecerlo ahora) pero creo que abre un nuevo camino en cuanto a los efectos especiales y el uso del 3-D.

    Sin llegar a amarla ni a odiarla, mantengo varias dudas. Coincido, por ejemplo, con la crítica que Monteagudo publicó en Página, y también me parece valiosa -bien argumentada, aunque algo exagerada- la de D’Espósito en Crítica.

    De todos modos, y en esto creo que vamos a coincidir, la película de la semana no fue Avatar sino Rosetta.

    Saludos

  6. Avatar de María Bertoni

    Por supuesto, Andrés, coincidimos en la selección de la película de la semana. Sin ánimo de querer comparar Rosetta y Avatar (no creo que tenga sentido), sí me permito decir que la primera representa la manera de hacer cine que más me interesa/gusta/cautiva/moviliza, y en cambio la segunda es el tipo de producción olvidable, que me aburre soberanamente y que siempre me deja con sabor a nada.
    Gracias por tu comentario en este post y en este otro.

Deja un comentario