Sin dudas, Batman, el caballero de la noche entretiene, sacude, por momentos sorprende (el «truco de magia» que El guasón realiza con un lápiz es uno de los ejemplos más ilustrativos en este sentido). Al vértigo provocado por la parafernalia que despliega el director Christopher Nolan, hay que sumarle la conmoción propia de toda última actuación (en este caso la del fallecido Heath Ledger) y la intensidad de una historia que se atreve a coquetear con el dilema (anti)terrorista. Sin embargo, la nueva aventura cinematográfica del bati-justiciero cumple menos de lo que promete, y por lo tanto corre el riesgo de dejarnos con cierto sabor amargo a desilusión.
Es probable que el hombre murciélago sea uno de los personajes más interesantes del comic norteamericano. Primero, porque es el más humano (carece de súperpoderes). Segundo porque, fiel a su condición humana, es el más contradictorio/conflictivo/conflictuado. Tercero porque «el mal» que le toca enfrentar va más allá de los villanos de turno (de hecho se encuentra infiltrado en los distintos estratos sociopolíticos de toda una ciudad). Cuarto porque esta versión urbana y noctámbula del llanero solitario (me disculpo por la licencia poética) supo erigirse en paradigma de individuo ultra tecnologizado.
A todas luces, Bruce Wayne tiene más dudas sobre su misión y su accionar que Clark Kent o Peter Parker. Es cierto que Superman y El hombre araña atravesaron sus buenas crisis existenciales pero, en general, éstas se debieron a cuestiones más bien coyunturales. En cambio, la faceta taciturna, sombría, casi trágica, del célebre multimillonario resulta inherente a su personalidad compleja, controvertida, neurótica en definitiva.
Por lo visto, cuesta retratar el carácter escindido de Bruce/Batman sin apelar a recursos grotescos. A título estrictamente personal no puedo dejar de señalar cuánto me molesta el juego que Christian Bale hace con su voz (voz normal cuando encarna al empresario; voz disfónica cuando encarna al héroe enmascarado). Ya lo hizo en Batman inicia; insiste ahora.
Nobleza obliga; cabe destacar la intención de abordar los intríngulis mentales del protagonista a partir de un escenario que evoca cierto contexto posterior al atentado del 11/9, y que gira en torno a la temible combinación entre terrorismo y corrupción*. Dicho esto, es una lástima que el guión de los hermanos Nolan se quede a medio camino entre la osadía (Batman, ideólogo de prácticas non-sanctas como la escucha masiva de celulares) y la corrección política (Batman, dispuesto a convertirse en chivo expiatorio en defensa de la memoria del malogrado Harvey Dent).
Precisamente la inclusión de Harvey «Dos Caras» es la gran responsable de que este largometraje no cumpla con su promesa de entretenimiento contundente, sin fisuras. Por un lado, la historia del fiscal prolonga una propuesta que habría cerrado mejor -más redondita- si se hubiera concentrado en el duelo con El guasón. Por otro lado, la transformación de Dent es tratada de una manera tan esquemática que trivializa cualquier reflexión que estemos dispuestos a hacer sobre la eterna confrontación entre el bien y el mal.
Los efectos especiales, los chichitos (¿gadgets?) que utiliza el hombre murciélago, la coreografía de los combates cuerpo a cuerpo, la interpretación del mencionado Ledger (su Jocker asusta -incluso cautiva- más que el de Jack Nicholson), la apuesta a una Ciudad Gótica que por momentos parece irrecuperable conforman el plato fuerte de El caballero de la noche. Por fallas en el guión, hay quienes lo consideramos indigesto, una comilona que en principio nos satisface pero que con el tiempo -nos damos cuenta- dista de ser un banquete con un único (por lo tanto inolvidable) sabor.
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* En mi favorita Batman vuelve, Tim Burton aborda los intríngulis mentales del protagonista de una manera mucho más naïve, incluso con sentido del humor, a partir del encuentro entre el héroe y otra escindida: Gatúbela.
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PD. Recomiendo el análisis que Andrés de Cinematófilos escribió aquí y aquí.
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