Probablemente inspirada en la insuperable Extraña pareja, Two and a half men (¿por qué los canales dejaron de traducir los títulos de las series yankees?) apuesta al viejo truco de imaginar una convivencia poco aceitada, en principio destinada al fracaso. En esta ocasión, las víctimas del experimento son hermanos casi cuarentones (con personalidades completamente antagónicas, por supuesto). De yapa, también interviene un niño púber, cuya condición de hijo/sobrino cierra el círculo de un atípico hogar familiar.
Además de reciclar el elogiado show hace décadas protagonizado por Tony Randall y Jack Klugman (dicho sea de paso, ¿recuerdan la versión cinematográfica con Jack Lemmon y Walter Mattheau?), la propuesta emitida por Warner Channel juega con el status mediático que Charlie Sheen y Jon Cryer conocieron alguna vez durante los años ochenta. El primero, como galancete adolescente; el segundo como timidón sin éxito con las muchachas.
Por si la sensación de «revival» resultara insuficiente, la participación del pequeño Jake (Angus T. Jones) evoca aquellos viejos programas de la TV norteamericana -por ejemplo Blanco y negro o Alf– donde los jovencitos poseían más sentido común que los grandes. De hecho, aquí también se trata de demostrar que la inmadurez no es necesariamente una cuestión de edad.
De todos modos, aunque aplica fórmulas catódicas del pasado, Two and a half men dista de ser una propuesta nostálgica. Al contrario, esta creación de Chuck Lorre Productions aborda problemáticas típicas de nuestro incipiente siglo XXI, como el comportamiento infantil de adultos que cruzaron la barrera de los 30, la relativización de la noción hogareña tradicional, la imposibilidad de crear lazos afectivos estables y duraderos.
Un poco a la manera de Christine, los hermanos Harper lidian con ex, con cuentas por pagar, con congéneres exitosos, en suma, con una vida distinta del modelo con el que alguna vez fantasearon. Qué mejor que recurrir a cierto sentido del humor para enfrentar semejante frustración.
Como en otras propuestas similares, aquí también los personajes más refrescantes son los co-protagónicos. Me refiero a los roles secundarios que integran el elenco estable: la madre despiadada (Holland Taylor), el ama de llaves desprejuiciada (Conchata Ferrell), la vecina psicoanalizada (Melanie Lynskey) y la ex esposa no del todo desvinculada (Marin Hinkle).
Igual que otras series, ésta también invita a famosos cuya presencia busca despertar la complicidad de los televidentes, y renovar su curiosidad. Recuerdo especialmente la participación de Enrique Iglesias en el rol de un jardinero tan picaflor como Charlie, y a la mujer desesperada Teri Hatcher en la piel de una amante despechada (del mismo Charlie).
En el aire desde 2003, Two and a half men parece conservar su lugar en la grilla televisiva sin problemas. Posiblemente no sea la serie favorita de nadie; pero sí vale considerarla como una alternativa digna cuando la caja boba globalizada se queda sin su mejor programación.
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