Habrá que felicitar a Volver por el tino de reponer Canal K, programa de humor político que en los noventa causó furor. Pasaron más de quince años desde entonces, y sin embargo los muñecos de goma -los Talicuales- y los guiones en parte elaborados por profesionales como Rudy y Daniel Paz mantienen su vigencia.
A la distancia la creación de Sergio Fasola y Héctor Berra parece inofensiva. Las caricaturas de Menem, Angeloz, Alsogaray, Rico resultan simpáticas a pesar de remitir a una década signada por el auge privatista, el indulto a los militares, el descalabro institucional, la corrupción política, el endeudamiento social. Quizás por eso cuesta creer que en su momento la propuesta haya resultado tan urticante, digna de varias cancelaciones y de aquel «oportuno» incendio que acabó definitivamente con las controvertidas marionetas.
Pero, pensándolo mejor, Canal K molestaba al statu quo en general, no solamente a la dirigencia política. De hecho, el repaso de Volver nos permite recordar las cargadas al sindicalismo (cristalizadas en la figura del ahora difunto Saúl Ubaldini) y a los medios de comunicación (¿se acuerdan de Telemete, la parodia de Telenoche?). Desde este punto de vista, uno entiende porqué determinados sectores se rasgaron las vestiduras.
Antes de la aparición de los Talicuales, algunos argentinos conocíamos a estos muñecos réplicas de figuras públicas gracias al videoclip que Genesis filmó en la segunda mitad de los ochenta, Land of confusion (cómo olvidar a ese Ronald Reagan disfrazado de Superman) y a determinadas emisiones de la televisión europea (recuerdo especialmente al Jacques Chirac metamorfoseado en Rana René que alguna vez mostró la TV francesa).
Sin embargo, la sorpresa fue grande cuando descubrimos a nuestra propia dirigencia convertida en hule. Primero, las señas físicas particulares estaban muy bien recreadas. Segundo, las voces eran perfectamente identificables. Tercero, los guiones eran muy ocurrentes; incluían parodias mediáticas y sketchs musicales muy graciosos.
Probablemente la frutilla de la torta haya sido (es) el separador del programa, protagonizado por Juan Domingo Perón y Ricardo Balbín, líderes de los principales (y antagónicos) partidos políticos nacionales, ambos fallecidos pero al parecer con un lugar privilegiado en el Cielo, «balcón» desde donde podían presenciar -y comentar- las metidas de patas de sus sucesores y los avatares sufridos por nuestro país.
Sin dudas, Canal K es un programa digno de repetirse. Porque su calidad no pasa de moda y sobre todo porque, una década y media después, sigue logrando lo impensable: hacernos reír cuando, dadas las circunstancias, en realidad deberíamos llorar.
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