«Si condenan a un inocente, nos condenan a todos». Con esta máxima arranca el corto filmado días atrás para convocar al festival/marcha por la libertad de Fernando Carrera, luego de que la Sala III de la Cámara de Casación volviera a condenarlo como autor responsable de la llamada «masacre de Pompeya» y que, días después, el fiscal Ricardo Wechsler solicitara agravar la pena. Mañana martes 27 de agosto a las 18 es la cita solidaria en Plaza Lavalle, frente al Palacio de Tribunales, para repudiar esta otra inseguridad originada -no en el accionar de los delincuentes comunes- sino en la actividad criminal que miembros de la mismísima Policía ejercen con amparo judicial.
«A vos también te puede pasar», insiste el abogado de Carrera, Federico Ravina, acompañado por Juan Manuel Combi, representante legal del adolescente Luciano Arruga, otra víctima de la impunidad. A esta altura puede sonar redundante, y sin embargo parece necesario subrayar la gran indefensión en la que los argentinos rasos nos encontramos mientras sigan vigentes ciertas prácticas heredadas del terrorismo de Estado: la criminalización, represión, desaparición, encierro de ciudadanos rasos con miras a ocultar/exculpar excesos del Poder punitivo.
En la entrevista que Cynthia García le hizo esta mañana para su programa radial A cara lavada, el propio Carrera sostuvo: «El problema no es que yo deba volver a la cárcel; el problema es que el crimen de tres personas seguirá impune». En pocas palabras, la frase resume la mayor implicancia de esta otra inseguridad: el castigo a un inocente protege a los verdaderos culpables, que seguirán cometiendo iniquidades bajo el amparo de la Ley.
A casi treinta años de nuestra recuperación democrática, ningún gobierno constitucional consiguió erradicar definitivamente los resabios del Estado criminal. De ahí la importancia de la concientización y movilización social.
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