Tierra de los padres

Siete días antes de su estreno oficial, Tierra de los padres inaugura hoy la I Semana del Cine Documental Argentino que se extenderá hasta el 4 de julio en la Ciudad de Buenos Aires*. Meses atrás, la película provocó chispazos en algunos blogs cinéfilos tras la publicación de la carta que el director Nicolás Prividera y el productor Pablo Ratto redactaron para intentar comprender porqué su largometraje fue rechazado por los programadores de las últimas ediciones del Festival de Cine de Mar del Plata y del BAFICI. A partir de este jueves, la discusión promete pasar por otro lado.

El autor de la recordada M vuelve a interpelarnos con otro infrecuente ejercicio de repaso histórico. En esta ocasión, reconoce la riqueza testimonial del cementerio de Recoleta, y lo convierte en foro de reflexión y debate. En términos pedagógicos convencionales, podría decirse que este espacio abierto reemplaza al aula, que los fragmentos extraídos de obras literarias y discursos políticos reemplazan los textos de manual, y que los lectores anónimos** de estos documentos reemplazan la figura del maestro.

El recorte es preciso desde todo punto de vista. Espacial: sólo al principio y al final del film la cámara nos sitúa fuera de la necrópolis. Temporal: los contenidos utilizados fueron escritos/pronunciados entre principios del siglo XIX y fines del XX. Autoral: la selección bibliográfica responde a la intención de cuestionar las enseñanzas de nuestra historia oficial. Metodológico: nadie «imparte» conocimiento; los espectadores elaboramos nuestro propio análisis a partir de las citas y las imágenes compartidas. Cinematográfico: se trata de una sucesión de planos generales fijos. Incluso musical: sólo el himno nacional, la marcha peronista y «Va, pensiero» acompañan el documental.

La banda sonora subraya la condición coral de esta aproximación a nuestra Historia, donde se superponen dos grandes grupos de voces. El primero expone -a través de los mencionados y fantasmagóricos lectores- la palabra de los muertos (que a veces parecen dialogar entre sí, además de referirse a nuestro presente). El segundo concentra a los vivos (empleados y visitantes) que circulan por las callecitas del cementerio.

Los mausoleos, las estatuas, los ataúdes, los arreglos florales marchitos, los gatos y palomas también adquieren protagonismo, en este caso silencioso pero no por eso menos elocuente. Los rostros esculpidos sobre mármol contrastan con aquéllos de carne y hueso. Por momentos imaginamos que los primeros se refieren a los segundos (nota mental: las familias de clase alta no sólo viven en casas construidas por los negros que desprecian; también los emplean para cuidar los templos donde descansan sus restos mortales).

Cementerio de Recoleta bajo el sol, bajo la lluvia, bajo el juego de luces y sombras de un día parcialmente nublado. Prividera subvierte no sólo la historia oficial argentina, sino la pretendida condición estática de las necrópolis.

José María Paz, Juan Manuel de Rosas, Justo José de Urquiza, Juan Bautista Alberdi, Domingo Faustino Sarmiento, Julio Argentino Roca, José Eduardo Wilde, Bartolomé Mitre, Leopoldo Lugones, José Mármol, Eduardo Mallea, Evita, Juan José Valle, Pedro Eugenio Aramburu, Emilo Eduardo Massera, Ibérico Saint-Jean, Rodolfo Walsh son algunas de las figuras citadas, cuyas declaraciones a veces adivinamos y a veces sorprenden. Antes y después de (re)encontrarlos, asistimos a la introducción y cierre del ensayo.

Una y otro adoptan la forma de un videoclip. Musicalizado con nuestro himno nacional, el primero reconstruye imágenes emblemáticas de nuestra violencia fratricida. El segundo sobrevuela el cementerio y sus alrededores hacia el Río de la Plata con el coro «Va, pensiero» (otro himno) de fondo.

El único reproche que algunos espectadores le hacemos a Tierra de los padres es de tipo formal y señala la articulación deficiente de ciertos lectores convocados. Si bien adivinamos la intención deliberada de evitar el tono académico y/o histriónico (quienes leen las citas parecen representar a una porción generacional de nuestra ciudadanía), lamentamos la desprolijidad que en ocasiones impide seguir el texto citado con toda claridad.

Al margen de este pequeño reparo, la nueva película de Prividera es uno de los estrenos nacionales más recomendables del año. Por alguna razón el Festival de Mar del Plata y el BAFICI se negaron a proyectarlo; por suerte los interesados podrán verlo hoy mismo a las 21 en el Gaumont, y en la sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín a partir del jueves próximo.

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* Aquí, más información sobre la muestra organizada por la Asociación de Directores y Productores de Cine Documental Independiente de Argentina.

** Al final del film reconocemos a algunos lectores por sus nombres en los créditos: Maricel Álvarez, Lucía Cedrón, Gustavo Nielsen, Martín Kohan, Mariana Enríquez, Agustín Mendilaharzu y el mismo Prividera entre otros.


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3 respuestas a “Tierra de los padres”

  1. Avatar de Jorge Hacker
    Jorge Hacker

    Profundamente impactado por la creatividad y el carácter fundante de un estilo desprejuiciado de documento de ciencia política, un ejercicio inesperado y asombroso.
    Soy habitante de por vida de Buenos Aires (Argentina) y creo que el cementerio de la Recoleta es uno de los sitios en los que se produce la máxima empatía cultural de los argentinos. No me había dado cuenta de que se produce entre este país y su historia y que está documentada en ese sitio.
    Soy profesor coordinador y conductor de una investigación para la Fundación Universidad del Cine. Mi asignatura es DIRECCIÓN DE ACTORES y la investigación está encarada a partir del distanciamiento actoral y del TEATRO ÉPICO de BERTOLT BRECHT

  2. Avatar de Aberel
    Aberel

    Qué curioso, una amiga mía es amiga del director, Nicolás, y me comenta que este blog es uno de los pocos sitios de internet que tiene una crítica interesante al documental.

  3. Avatar de María Bertoni

    ¡Gracias por compartir el dato, Aberel!
    Igual, me parece que las críticas fueron interesantes en general, no tanto por mérito de quienes las escribimos sino porque el documental es una verdadera fuente de inspiración (y de eventual discusión).

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