Ciudad de Buenos Aires, martes 5 de abril, 17.20 horas. Estación Barrancas de Belgrano,
parada de la línea 114.
En una larga cola de pasajeros a la espera del colectivo que tarda en llegar, una mujer sesentona protesta en voz alta. Mira adelante, luego atrás. Encuentra interlocutor válido en un congénere calvo que resopla indignación.
– Qué barbaridad. ¡Qué mal anda esta línea!
– Qué quiere que le diga, señora. Así nos va…
– ¡Pero sí! Pobre Argentina…
– Ma qué pobre Argentina, señora. El país no existe más. La sociedad se desintegró. Somos una manga de porquerías sueltas.
– …
– ¿Quiere que le diga la verdad? ¿Quiere que le diga lo que nos va a pasar?
– …
– Van a venir los chinos, que ya están viniendo en realidad.
– …
– De repente van a ser millones. Laburantes como son, van a copar todo.
– ¡¿Nos van a sacar trabajo?!
– ¡Peor que eso, señora!
– …
– Nos van a esclavizar.
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