Por Jorge Gómez
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En un artículo de opinión que La Nación publicó el domingo pasado, Mariano Grondona sostiene que Néstor Kirchner no puede presentarse a las elecciones de 2011 porque ya fue reelecto en 2007 cuando ganó Cristina Fernández. Aunque no tiene asidero jurídico, este disparate formidable no deja de ser grave, primero, porque se trata de algo escrito por un abogado, segundo, porque se inscribe en la campaña recontra sucia del colectivo «oposición», cuyos integrantes sólo coinciden en vociferar este tipo de desmesuras.
El mismo domingo, en el programa de televisión que conduce el mismo Grondona, la periodista y escritora Sylvina Walger se quejó de la agresividad del discurso oficial y, segundos después, dijo: «Por ejemplo a Boudou yo no lo soporto… Es una vergüenza que sea argentino… Voy a romper el pasaporte porque no quiero tener el mismo pasaporte que ese engendro». Todos rieron: el anfitrión Mariano y sus otros invitados.
En una entrevista que le hizo Página/12 y que él mismo transcribió en su sitio web, el diputado del ARI Horacio Piemonte dice: «nos parece irreal un progresismo mogólico que banque el pago con reservas». ¿Qué habría pasado si un diputado oficialista hubiera descalificado a la oposición con ese adjetivo? ¿Y si el INADI o alguna institución pública hubiera sancionado a este legislador? ¿Acaso Clarín habría denunciado otro «ataque K»?
En Espectadores solemos dedicarles bastante espacio a los manejos oscuros de los comunicadores públicos con el lenguaje y, en este sentido, estas tres anécdotas calificarían para un post por separado. Sin embargo, en el contexto de una batalla de la que no queremos participar, intentamos dosificar las críticas «anti-antikirchneristas» para diferenciarnos de los bloggers K.
La dosificación no es tarea sencilla cuando, en la vereda política, nos topamos con los exabruptos de Luis Juez, Carlos Reutemann, Francisco De Narváez, Lilita Carrió entre otros. Y también cuando, en los medios de comunicación, son pocos los periodistas afines al Gobierno que se permiten publicar falacias como ésta de Grondona o aquélla de Marcos Aguinis.
Por momentos da la sensación de que el jefe de Gabinete Aníbal Fernández y el programa 6,7,8 (que conformarían la «guerrilla mediática K») difícilmente igualan/superan a los energúmenos que agitan el fantasma del fascismo. Pero, de nuevo, esta comparación nos colocaría en el banquillo de los acusados comprados por el oficialismo.
Ante tamaño dilema, habrá que adjudicarles la ¿inevitable? confusión a los energúmenos kirchneristas y antikirchneristas. Sobre todo a su interpretación maniquea de nuestra actualidad.
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