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Especial. Cobertura BAFICI 2010
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En sintonía con la ayer reseñada La quemadura, 108. Cuchillo de palo también se inscribe en la categoría de documental familiar con una capacidad testimonial que supera la dimensión biográfica o personal. En este caso, Renate Costa Perdomo busca reconstruir la historia -no de su mamá, como René Ballesteros- sino de un tío paterno cuya vida desconocida u oculta (de oveja descarriada para los demás parientes) encierra un secreto más grande: la persecución de los homosexuales en el Paraguay de Alfredo Stroessner.
Las primeras imágenes dedicadas a Asunción, «ciudad que le da la espalda al río», anticipan la intención de denunciar la costumbre de ignorar/negar una realidad. Salvando algunas distancias, al fallecido Rodolfo su hermano (padre de la directora) le niega lo que la dictadura a los ciudadanos gays: respeto, reconocimiento, vida digna, derecho a la diversidad.
Costa Perdomo expone el pensamiento de su progenitor en conversaciones sobre la normalidad que dictan la naturaleza, la policía y la religión, sobre el castigo que Dios les depara a quienes desoyen sus dictámenes, sobre la renuncia que todo invertido hace en relación con la vida matrimonial. Sin ánimo de violentar a nadie, la realizadora confronta estas opiniones con el testimonio de amigos y vecinos que conocieron al tío muerto «de tristeza» (dicen algunos), y que le dan al documental un relieve histórico, político, social.
Sólo en escasas oportunidades, Renate se quiebra o pierde la paciencia. No importa: las reacciones destempladas también hacen a este trabajo visceral que expresa tristeza e indignación por una familia y un país acostumbrados a silenciar, reprimir y -como la ciudad que le da la espalda al río- a ignorar.
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