Por Jorge Gómez
—————————-
El Dr. Carlos Saúl Menem es el ex-presidente democrático argentino que ha recibido mayor cantidad de denuncias por corrupción en la historia del país. Igual que varios funcionarios de primer nivel de su gobierno que han sido detenidos, procesados y condenados por la Justicia.
Entre las muchas causas, le fueron descubiertas cuentas secretas en Suiza con fondos que nunca pudo explicar; la Justicia alemana lo investiga por haber pagado coimas a la empresa Siemens para la adjudicación de un contrato de renovación de DNI; la Justicia argentina lo imputó por haber entregado de manera irregular terrenos a la Sociedad Rural en el centro de Buenos Aires; la misma causa por la que estuvo seis meses detenido lo mantiene procesado por haber vendido en forma fraudulenta armas a Ecuador y Croacia. Por este motivo también se lo acusa de haber ordenado la voladura de un depósito de armas en Río Tercero, Córdoba, para ocultar pruebas.
Menem también está procesado por haber recibido coimas de la firma Thales-Spectrum para firmar un decreto que entregaba a esa empresa la explotación por diez años del espacio radioeléctrico argentino; por haber montado un sistema de sobresueldos ilegal para algunos funcionarios de su administración, y por haber interferido en la investigación de la causa AMIA para ocultar la participación de amigos de su familia en la voladura de la mutual israelita.
Aunque beneficiado por la indiferencia popular y por contar con el asesoramiento de los mejores abogados del país, este personaje de nuestra política vernácula vive desde hace muchos años al borde de la detención. Sin embargo, se convierte en figura decisiva para que el oficialismo o la oposición logren el control del Senado en la sesión de mañana miércoles.
En esta situación, los dirigentes políticos y periodísticos (tan activos como los políticos) han suspendido los principios y la valoración de la conducta del actual senador por La Rioja a la espera de que los apoye.
Miguel Pichetto, jefe de la bancada oficialista en el Senado de la Nación, acaba de descubrir que Carlos Menem es “un hombre de Estado”, y todo el arco opositor –incluidas figuras que alardean constantemente de sus valores morales como Elisa Carrió– aguarda en un silencio cómplice que el sapo convertido en príncipe les dé el voto que les falta.
Seguramente, una vez producida la definición, el sector derrotado saldrá a criticar al político riojano. Pero mientras tanto la maniobra del hombre que administró el gobierno de mayor corrupción comprobada de los tiempos democráticos, los mantiene a todos mansos, tratando de evitar que se irrite y termine negándoles el apoyo que necesitan.
Ese ruego mudo y miserable hacia semejante individuo califica a todo el arco político argentino. Y lo califica muy mal.
Deja un comentario