Para Página/12 Evo «volvió y fue millones» mientras Crítica de la Argentina anunció, de manera sobria, la victoria en primera vuelta (Diario Popular, también). La Nación asustó a sus fieles lectores con el fantasma de una re-reelección, una mayor polarización y acumulación de poder mientras Clarín simuló tranquilizar a los suyos. Perfil e (Info)Bae fueron más alarmistas: el primero le adjudicó a Morales «el poder total en Bolivia» y el segundo reveló la intención de un «tercer mandato«. Por su parte, Crónica anunció la realización de los comicios pero al menos ayer ¿olvidó? informar los resultados.
Al margen de la cobertura de nuestros diarios, ¿qué sabe Ud., joven y no tan joven argentino, de Bolivia y los bolivianos? ¿Cuál es su relación con los habitantes de un país que -seamos honestos- rara vez consideramos hermano? ¿Desde qué lugar analiza y opina sobre una reelección presidencial cuyos antecedentes e implicancias históricas, políticas, económicas, sociales, culturales probablemente ignore o conozca muy poco?
Concéntrese en Buenos Aires… ¿Cuántos porteños -cree Ud.- visitan Bolivia regularmente? ¿Cuánto tiempo dura su estadía? ¿Qué lugares y lugareños frecuentan? ¿Cada cuánto vuelven? ¿Cuánta idiosincrasia/realidad descubren, reconocen, comprenden y luego extrañan?
Exija menos y pregúntese cuántos vieron el documental Cocalero, que produjo la rosarina Julia Solomonoff, o cuántos leyeron algún libro -aunque sea un informe periodístico- sobre historia y actualidad bolivianas.
Para una amplia mayoría, los bolivianos son «bolitas» a secas y «boliguayos» cuando interactúan con esos otros vecinos, los paraguayos. Indios o negritos sometidos (¿sometibles?) a torturas, a la precariedad laboral o directamente a la condición de esclavos; intrusos de oscuras intenciones que vienen a sacarnos el trabajo o, peor aún, a delinquir. En el mejor de los casos, son quinteros que venden verduras, frutas, flores en forma ambulante (alguna señora bien señalará su rapidez para pesar de menos y cobrar de más) o revendedores (debería escribirse en femenino pues se trata de mujeres) de ropa interior.
Aquí «un enviado especial» de La Nación a La Paz señala que para Morales «los opositores (…) son claramente los enemigos, los representantes del pasado que hay que derrotar sin importar cómo. Es decir, por medio de alianzas con polémicos regímenes del exterior, forzando las leyes y haciendo uso estratégico de la protesta social». En otro artículo del mismo diario un preclaro lector pregunta, no sin ironía: «si están tan bien con el gobierno de Morales, ¿por qué tenemos 2.5 millones de bolivianos viviendo en Argentina? ¿No les gusta el socialismo de Evo?».
Si volvemos a aplicar el esquema jacokbsoniano que usamos semanas atrás, encontramos en ambas citas una buena síntesis de la ignorancia y prejuicios argentinos respecto de «la cuestión boliviana». Por lo visto, afecta tanto a emisores/difusores de la opinión pública (en este caso un periodista) como a receptores/reproductores (un lector devenido comentador).
Por eso, joven y no tan joven argentino, antes de compartir su sentencia sobre la elección de Evo Morales, deténgase un momento, examine su lúcida conciencia y pregúntese qué (o cuánto) sabe Ud. de Bolivia y los bolivianos.
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