En Todos contra juan, Gastón Pauls parece rendirles homenaje al Rupert Pupkin que Robert De Niro encarnó en El rey de la comedia, al Sandy Lyle que Philip Seymour Hoffman interpretó en Mi novia Polly, y -si nos restringimos a la programación de nuestra televisión- al Panigassi que Juan Leyrado compuso para Gasoleros, al Borges de Olmedo en No toca botón e incluso al inigualable Fidel Pintos de Polémica en el bar. Por supuesto, el otrora galancito de la exitosa serie juvenil Montaña rusa también se toma el pelo* a sí mismo, y se convierte en entrañable referente de quienes añoran o sueñan con pertenecer al séquito catódico-estelar.
Para un público acostumbrado a convivir con los medios, pocos fenómenos resultan tan atractivos/graciosos como cuando los medios ejercitan el relato autorreferencial. Si lo sabrá el «self made star» Rick Gervais, creador de Extras, serie muy inteligente y recomendable que explota la ilusión de familiaridad, incluso de intimidad, que a veces establecemos con los famosos.
La propuesta de Pauls se parece a aquélla ideada por el hombre orquesta británico en la medida en que juega con la fantasía del estrellato, y en que convoca a estrellas dispuestas a burlarse de sí mismas y de la industria televisiva/cinematográfica. La gran diferencia entre ambos programas está en el tono: más bien irónico en Extras; más bien entrañable en Todos contra juan.
Otro aspecto distintivo se relaciona con el tipo de producción emprendida. En el caso argentino, se trata de un trabajo hecho a pulmón que apuesta a una difusión suplementaria a la prensa de espectáculos convencional. De ahí la decisión de montar una página web (nada menos que en My Space) para impulsar una suerte de campaña viral que confía en las bondades de las comunidades virtuales y de la comunicación online.
El estreno de Todos contra juan tuvo lugar ayer martes a las 22.30 por América. En este primer capítulo, participaron Mariano Martínez, Esteban Prol, Julieta Díaz, Cecilia Dopazo, Julián Weich, entre otros ex ídolos de ahora viejos adolescentes, además del periodista Chiche Gelblung que se prestó a parodiar sus especiales al mejor estilo Memoria. La excusa del documental-tributo sirvió para presentar al protagonista, a su entorno, y para exponer las reglas de un entretenimiento basado en el arte de los guiños mediáticos.
A priori, la serie empezó con el pie derecho por más de un motivo. Porque Pauls y los mencionados Martínez, Prol, Díaz, Dopazo, Weich demostraron sentido del humor al componer caricaturas de sí mismos. Porque Juan Perugia es un personaje querible más allá de sus delirios de grandeza, sus torpezas y sus limitaciones. Porque el elenco estable incluye a una buena comediante como la siempre relegada Henny Trailes. Porque los avances del segundo capítulo prometen más: la intervención de Osvaldo Laport y de algunos actores olvidados después de que sus personajes (por ejemplo Palmiro Caballasca de Señorita maestra) desaparecieran de la pantalla chica.
Dicho esto, el flamante unitario dista de ser un dechado de virtudes. Esto se debe en parte a los baches de un guión irregular, a veces previsible, a veces digno de un acto escolar; en parte al riesgo de que el gran gancho de la convocatoria estelar se agote rápidamente.
Quizás las desprolijidades y los peligros observados sean exclusividad de la primera entrega. De ser así, en cuestión de tiempo el rating indicará que, en realidad, todos están (¿estamos?) a favor de Juan.
—————————————-
* La expresión «tomarse el pelo» viene como anillo al dedo puesto que el Juan Perugia interpretado por Pauls está obsesionado con su incipiente calvicie, que intenta justificar como simple «cambio de peinado».
Deja un comentario