Americano

AmericanoSin dudas, Americano es una película homenaje. Homenaje a España por un lado, a Ernest Hemingway por el otro. A partir de ahí, es cuestión de tomarla o dejarla. Quien suscribe se inclinó por la primera opción, en parte porque le resultó imposible no prenderse al tributo doble.

Evidentemente, el joven Kevin Noland es un enamorado de nuestra madre patria (que conste: de la nuestra, no de la suya) y admirador del autor de El viejo y el mar. De hecho, el protagonista de éste, su primer film, es una especie de alter ego: veinteañero estadounidense que se encuentra a sí mismo en Pamplona, con ciertas referencias literarias dándole vueltas.

La película transmite el contraste entre las culturas sajona e hispana. Pero atención: aquí no estamos ante un documental, sino ante la mirada de un extranjero -en este caso un «american citizen»- encantado por una tierra que percibe colorida, libre, generosa, caliente, desprejuiciada, vital, exultante.  

Idealización es la palabra que mejor define este retrato de un país asociado a un escritor (y no a cualquier escritor), a una mujer (la bella Adela encarnada por Leonor Varela) y a un inquietante Ricardo interpretado por -nada más y nada menos- Denis Hopper. Dadas estas circunstancias, resulta difícil no dejarse llevar por el entusiasmo y la fascinación.

El mérito es de un guión y una fotografía elaborados con pasión, y de un Joshua Jackson (¿se acuerdan de la melodramática Dawson’s Creek?) capaz de trasuntar el encandilamiento por un lado y, por el otro, la inquietud propia de quien se descubre ajeno a su propia nacionalidad.


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