Fuerza Bruta encaja perfectamente en una cultura cada vez más dispuesta a transgredir las fronteras entre emisores y receptores, espectadores y espectáculo, público y expositores. También se pliega a la moda de lo fragmentado, lo superpuesto, lo simultáneo, lo onírico, aquello que rompe con el esquema narrativo tradicional (introducción-nudo-conclusión). Afianzada en una tendencia cada vez más aceptada y apreciada, la propuesta de Diqui James no es tan innovadora como se pretende. Igual, impacta, impresiona, estremece.
Probablemente todo haya empezado con la movida del Cirque du Soleil, responsable -al menos a mi juicio- de haber rescatado al circo de las fauces de la muerte. Dicho de otro modo, el emprendimiento canadiense supo quitarle el sesgo anacrónico, marginal y decadente a un espectáculo cuyos recursos y personajes nacieron en la Edad Media (acróbatas, juglares, bufones, saltimbanques) y que tiempo atrás habían quedado al borde del descarte y la subestimación.
A partir de esta renovación inicial, surgieron otros proyectos que le dieron una nueva vuelta de tuerca al asunto y que, tomando una mayor distancia de la tradición circense, explotaron la destreza acrobática y la potencia tecnológica para crear una nueva forma de entretenimiento, ligada a la adrenalina de las situaciones extremas. La Fura dels Baus, De la Guarda son algunos de los nombres que más resuenan en este sentido, y sin dudas se inscriben dentro del conjunto de referentes que enmarcan la experiencia de Fuerza Bruta*.
Desde esta perspectiva entonces, el show apuesta a una fórmula a esta altura conocida que consiste en desafiar las leyes de la gravedad, el equilibrio, la armonía, la estética y en forzar cualquier tipo de limitación. Por suerte, la apuesta a «algo más» impide la repetición total.
En este punto habrá que considerar a la ingeniería como a una herramienta imprescindible de innovación. Después de todo, el espectáculo perdería parte de su esencia sin su monumental parafernalia. Me refiero por ejemplo al enorme tapiz rodante, a esas enormes láminas de aluminio o a esas «redes» de agua que permiten el inusual desplazamiento de los actores.
Suele entenderse por «fuerza bruta» una energía totalmente descarrilada, desmedida, desperdiciada. Curiosamente, James logra evocarla a partir de lo opuesto: una producción pensada, elaborada, calculada, cuidada hasta el milésimo detalle. Al margen de la paradoja, lo que se ve, lo que se siente ante semejante despliegue de vértigo, sudor y ritmo moviliza, sacude, subvierte enérgica -y en honor a la obra- brutalmente.
———————————–
* Que conste. No en vano el mencionado Diqui James fue uno de los fundadores del grupo De la Guarda.
———————————–
Aquí, más sobre FB (versión 2010).
Deja un comentario