Un poco como con Nacido y criado, con Los infiltrados también me quedé afuera de la bienvenida generalizada. Será que prefiero al Martin Scorsese de la década del ’80, cuando sorprendió con Taxi driver, cuando escandalizó con La última tentación de Cristo, cuando osó romper su propio molde con El rey de la comedia. Será que las grandes campañas de prensa me predisponen mal (otra coincidencia con el film del Pablo Trapero: la manija que los medios les dieron a ambos estrenos se tornó insoportable). O será simplemente hora de asumir mis diferencias -cada vez más grandes- con la crítica especializada.
Que me perdonen sus admiradores incondicionales. Durante toda la película tuve la sensación de asistir a un (auto)plagio. Scorsese por Scorsese, o cómo dar rienda suelta a obsesiones compartidas hasta el hartazgo: el accionar mafioso en los Estados Unidos (los protagonistas son mafiosos italianos y/o irlandeses según la ocasión), la exaltación de la violencia (violencia brutal, explícita, siempre al borde del desmadre), la exposición del costado marginal, corrupto, non-sancto de los Estados Unidos, la denuncia institucional solapada (contra la Iglesia, la policía, los políticos).
A partir de esta impresión, creí ver el aura de Robert De Niro alrededor de Leonardo Di Caprio. Por otra parte, tampoco me costó imaginar a Joe Pesci en el lugar de mi admirado Ray Winstone, como Mr. French.
Me explico mejor: no estoy criticando las actuaciones. Al contrario, esta vez el ex chico Titanic parece haber recuperado cierta ductilidad que se suponía irremediablemente perdida después de El Aviador*. De la misma manera, el casi desconocido actor británico vuelve a lucirse como un pesado de temer. Y qué decir de Jack Nicholson, cuya sola presencia compensa cualquier altibajo (dicho sea de paso, la escena cuando imita a una rata es sencillamente genial).
No… Lo que estoy diciendo es que cada componente del film -el guión**, los efectos especiales (esos que operan detrás de cuanto cerebro se desparrama por ahí), las mencionadas actuaciones- parece tener un único objetivo: rendirle honores a la cinematografía de Scorsese.
De ser así, cualquier podría objetar que el director neoyorquino bien merece un homenaje, y que en definitiva los grandes cineastas suelen cabalgar una y otra vez montados en sus caballitos de batalla. Es cierto…
Sin embargo, Los infiltrados es sólo eso: una propuesta auto-referencial, un tributo demasiado obvio. Y bien sabemos -sus seguidores incondicionales, sobre todo- que el talentoso Martin todavía es capaz de ofrecer mucho más que una imitación redundante de lo que alguna vez fue.
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* Al menos puedo decir que Los infiltrados me entretuvo más que aquella soporífera biopic basada en la vida de Howard Hughes.
** No olvidemos que ésta es una remake de Mou gaan dou o en inglés Internal affairs, escrita y dirigida en 2002 por Siu Fai Mak. De ahí que la adaptación de William Monahan pueda sonar a «adaptación para el Sr. Scorsese».
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