A Winston, en agradecimiento por el esfuerzo realizado. 😉
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Según este cable de AFP, ninguna de las empresas aludidas inició acciones legales, ni siquiera protestó contra la aparición de sus logos y personajes en Logorama. Según esta entrevista, voceros de Christian Dior habrían lamentado la ausencia de su marca en el corto ganador del Oscar. Al parecer, las grandes corporaciones multinacionales toleran/celebran la animación de François Alaux, Hervé de Crécy y Ludovic Houplain aún cuando por momentos evoque la tesis del contovertido libro No logo de Naomi Klein.
Los fanáticos de la publicidad y el marketing encontrarán un tributo extraordinario a los 2.500 productos cuyas etiquetas y criaturas componen la escenografía y trama de este trabajo. No importa si Ronald McDonald es tan psicópata como el Guasón, si algún Bibendum de Michelin encarna a un policía afecto a la mano dura, o si a Julius Pringles le gusta tocar traseros femeninos. Lo que importa es la fuerza promocional de esta resignificación mediática (de ahí el lamento de los muchachos de Dior).
En este punto cabe citar una referencia de rigor: la recordada obra Campbell’s soup can, que Andy Warhol hizo con etiquetas de latas de sopa de tomate.
Aunque atraídos por una historia policial/de acción que combina persecuciones, intercambio de disparos, toma de rehenes y un desenlace apocalíptico, los espectadores nos sentimos compelidos a descubrir la mayor cantidad de logos reproducidos y la función que les asignan los tres guionistas y directores franceses. Habrá que mirar varias veces el corto para captar guiños y chascarrillos sobre rivalidades, fusiones y conquistas ocurridas en el medio empresarial.
Por otra parte, habrá que asumir ciertas limitaciones a la hora de reconocer todas las marcas y personajes, ya que algunos remiten a productos que no se comercializan en nuestro país. A lo sumo, podremos probar nuestra cultura publicitaria, nuestro nivel de consumo y/o nuestra condición de viajeros internacionales, especializados en Primer Mundo.
Alaux, de Crécy y Houplain se congracian con quienes adoran el apasionante fenómeno de las marcas globalizadas, y también con quienes lo detestamos. Entre estos últimos, quien haya considerado perverso al payaso de McDonald’s y haya fantaseado con el derrumbe de una sociedad devota del consumo concebirá a Logorama como un sueño hecho animación.
Esta ambivalencia hace que el corto premiado sea un producto digno de nuestra época, no sólo por lo que revela si no porque busca (y logra) conquistar a un público masivo. Sin dudas, la Academia de Hollywood -y las compañías aludidas- le dieron un espaldarazo en este sentido.