Por Jorge Gómez
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«Fuerza de choque anticirujas» es el inquietante título del artículo que la revista Perfil le dedicó en noviembre de 2008 a la Unidad de Control del Espacio Público (UCEP), creada por el gobierno de Mauricio Macri para «limpiar los espacios públicos de la ciudad de intrusos, cirujas e indeseables”. En la nota en cuestión, los integrantes de este pequeño grupo se presentaban como bastante violentos y orgullosos de la tarea encomendada; en ese momento la Defensoría del Pueblo de la Ciudad ya estaba investigándolos a raíz de varias denuncias radicadas por abuso de autoridad y maltrato.
No obstante, en octubre pasado, es decir a casi un año de aquella publicación, los integrantes de esta Unidad irrumpieron en un asentamiento del barrio de Constitución, despertaron a patadas a una señora embarazada y terminaron provocándole un desprendimiento de placenta. El hecho fue filmado y fotografiado por vecinos, y denunciado ante la comisaría 18.
Actualmente el juzgado a cargo del Dr. Ricardo Warley tiene un expediente cuyas quince denuncias vinculan a la UCEP con la práctica de desalojos ilegales y acciones violentas contra indigentes, mendigos y cartoneros. Además de la mencionada Defensoría, el Observatorio de Derechos Humanos, el Centro de Estudios Legales y Sociales y algunos legisladores siguen atentamente el caso
A partir de estos datos, podemos compartir las siguientes reflexiones…
Es muy notable la protección mediática de la que goza el PRO cuando su gobierno apalea impunemente a los grupos más vulnerables de la sociedad y casi no provoca repercusiones periodísticas. En principio, y sin ánimo de avanzar en la calificación de esta nueva metodología al servicio de la pureza urbana, podemos atribuir semejante silencio a los eventuales acuerdos políticos que el macrismo firmó con los grandes medios.
Por otra parte, en una posición más atrevida, podríamos imaginar que el accionar de la UCEP responde a un deseo oculto de muchos porteños. De ser así, la indiferencia de diarios, radios y canales de televisión simplemente equivaldría a una decisión editorial acertada.
Desde esta perspectiva, estamos en presencia de una “guerra sucia” cuyos soldados (integrantes de estas “barras bravas”) actuarían en legítima defensa de una comunidad harta. Los excesos bien pueden tolerarse en silencio.
Es posible –podemos aventurarnos– que una amplia mayoría de porteños esté cansada de cruzarse con famélicos, con carros destartalados, con acopiadores de basura, con gente sin un lugar donde dormir. Tal vez por eso al electorado de Macri no le importen los métodos de la UCEP.
Esta patota oficial que arrastra a los pobres de los pelos, que les quema los carros y los bolsos, que patea a las embarazadas, actúa de madrugada, cuando duermen los ciudadanos de primera. Esta patota limpia Buenos Aires, la libera para que los vecinos (no indigentes) puedan caminarla en paz.