Valga la parafrase, No es amor «no es» literatura lésbica o, juegos de palabra al margen, es mucho más que literatura lésbica (si admitimos la pertinencia de un género especializado en la pasión entre mujeres). En todo caso, la segunda novela de Patricia Kolesnicov cuenta la historia de encuentro y desencuentro entre Florencia y María, dos jóvenes de los ’80 que -antes de saltar al papel- convivieron veinte años en la cabeza de esta periodista convertida en escritora.
Lógicamente la autora conoce bien a sus protagonistas, tanto que les concede el derecho a narrar en primera persona. Los relatos se presentan entonces de manera intercalada, respetando los turnos de a una por vez, incluso cuando les toca intercambiar miedos e inquietudes con una Luisa Lane imaginaria.
La militante universitaria oriunda de Azul y la niña bien que vive en Martínez y trabaja en el laboratorio de su papá se conocen, frecuentan, distancian, reencuentran, compenetran como en tiempo real, sin que medie una voz en off, con perdón de la licencia audiovisual. Así, desde nuestro presente los lectores nos asomamos a una historia y a una Historia pasadas: aquélla protagonizada por ambas mujeres y aquélla que vivimos, o a la que asistimos, los sufridos (y desmemoriados) argentinos.
El contexto de recuperación democrática conforma entonces una especie de subtrama que enriquece/politiza la trama principal, y que explica la incompatibilidad ¿esencial o coyuntural? entre Florencia y María. El título de la obra lo anticipa: aquí no existe espacio para Cupido.
Como la primera Biografía de mi cáncer, la segunda No es amor se distingue por una prosa llana, sin circunloquios, que además emplea expresiones muy nuestras, alusiones a letras del rock nacional, citas de películas argentinas entre otras referencias de nuestra idioncrasia y cultura. Hasta el detalle de que ambas protagonistas vivan un tiempo en ciudades del Primer Mundo (una entre Sevilla y París; otra en Boston) confirma esta constatación.
Admiradora confesa de José Saramago, Kolesnicov puntúa parecido al escritor portugués, sobre todo cuando escribe diálogos. A veces, la ausencia de indicadores explícitos nos obliga a repasar ciertas líneas para identificar interlocutores y recrear situaciones (ésta puede ser una contra para quienes consideran que los libros no deben exigir esfuerzos de concentración).
La política primero; el sexo después. Ambos son los motores de una relación que se inicia circunstancial (si se quiere profesional), y que con los años se transforma en simbiótica, contrariada, íntima, nociva.
Por lo leído, a este libro le falta amor. Pero sin dudas exuda mucha pasión.