El regreso del Todopoderoso merece no un lugar, sino un trono en la lista de películas más indigestas que Espectadores publicó a fines de 2007. Cuando pensábamos que su antecesora hacía agua por varios flancos, llega esta segunda parte (¿será que en Hollywood Dios también es franquicia?) con la brillantísima idea de montar una nueva arca de Noé, con un nuevo Noé a bordo. Decididamente la ocurrencia no consigue rescatarnos de un naufragio anunciado que, secuela mediante, por fin tiene lugar.
Quienes todavía queremos a Steve Carell por el Michael Scott que encarna en The office, por su Frank Ginsberg en Pequeña Miss Sunshine y por hacer de sí mismo en Ligeramente embarazada no podemos más que soportarlo en Evan Almighty (el esfuerzo requerido es mayor que el exigido por Dani, un tipo de suerte). Así como -con perdón de Jim Carrey– su breve intervención constituye uno de los mejores momentos en la antecesora Bruce Almighty, en El regreso… el protagonismo casi absoluto no le hace ningún favor.
A lo sumo causa gracia verlo enfundado en esa cabellera y barba blancas, no tanto por el uso que hace de esta caracterización, sino por lo evidentemente burdas que son ambas extensiones capilares. Los admiradores más acérrimos también valorarán las imágenes del backstage que acompañan los créditos del final y que muestran cómo baila el actor… fuera del set de filmación.
Algo similar ocurre con el desaprovechado Morgan Freeman. Ni él mismo parece creer en la personificación que debe hacer de Dios. ¿Hace falta escribir, además, sobre un guión cuya osadía consiste en imaginar que el Creador es negro*(eso sí, vestido de punta en blanco)?
En El regreso del Todopoderoso también trabajan los buenos comediantes John Goodman, Wanda Sykes, John Michael Higgins, Molly Shannon, Jonah Hill y Ed Helms. Seguramente por culpa de un guión pavo, ninguno se destaca.
Quien en cambio sí se luce es Lauren Graham… por los mohines habituales que despliega en las pantallas chica y grande.
Cuesta encontrarle algo rescatable a esta comedia hollywoodense (la excusa del arca y la gran inundación ni siquiera consigue el despliegue de efectos especiales que merece). Por eso esta secuela celestial acaba de ganarse no un lugar, sino un trono en nuestra lista de películas más indigestas.
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* El detalle me recuerda el siguiente chiste que circulaba en plena Guerra Fría:
Los Estados Unidos y la U.R.S.S deciden lanzar una misión conjunta para averiguar si Dios existe o no. Parten entonces un austronauta soviético y otro americano en un cohete que logra ubicarlo en un rincón del espacio.
Cuando regresan al planeta Tierra, el enviado ruso revela con pesar a las autoridades de su país que el marxismo-comunismo-ateísmo está en jaque, justamente porque Dios existe. Su colega estadounidense se presenta ante sus superiores con el mismo dejo de tristeza.
«Señores -dice- tengo una buena y una mala noticia. La buena noticia es que Dios existe. La mala, debemos ocultarla, es que Dios es negro».