En Argentina, quienes alguna vez ocupan altos cargos en la administración estatal suelen compartir dos conductas típicas (una tradicional, otra novedosa) cuando vuelen al llano. La primera consiste en hacer declaraciones, conceder entrevistas, publicar opiniones, revelar secretos, impartir indicaciones con un arrojo inusitado, ¿incompatible con el ejercicio de la función pública? La segunda, acorde a la era web, consiste en montar un sitio, blog, fotolog o perfil facebookiano que demuestre cierto grado de conexión (si no es con la realidad, con la moda online), de modernidad (si no es en términos ideológicos, en términos tecnológicos) y de compromiso (si no es con la persona de carne y hueso, con el individuo virtual).
Ambas conductas sorprenden -a veces indignan- a los ciudadanos rasos. Tal vez por extemporáneas, las declaraciones/entrevistas/opiniones/ revelaciones/indicaciones provocan desconfianza: ¿dicen ahora lo que deberían haber dicho antes porque en ese entonces no supieron, no pudieron, no quisieron?; ¿es ésta una argucia barata para mantener un lugar en el podio de la actividad política? En cuanto a la estrategia web, causa gracia porque se implementa de manera discrecional, apostando a las herramientas que juegan a favor de la visibilidad (a no confundir con transparencia) y descartando aquéllas que permiten discutir, disentir, criticar (¿con qué criterio los dirigentes políticos moderan los comentarios que reciben en sus espacios?).
Algunos la consideran una excepción a la regla, y sin embargo después de abandonar su cargo la ex ministro de Salud de la Nación Graciela Ocaña muestra la misma hilacha -o el mismo comportamiento- que el resto de sus colegas. No sólo recurre al periodismo (antioficialista) para hacer declaraciones, conceder entrevistas, publicar opiniones, revelar secretos, impartir indicaciones sino para -de paso (o)cañazo- promocionar su flamante website, emprendimiento «que probablemente dentro de una semana le permitirá mostrar sus investigaciones y recibir denuncias» (La Nación dixit).
GracielaOcana.com.ar es la URL obligada, y por supuesto el nombre del flamante espacio. Para que no quepan dudas sobre la impronta personal, una hormiguita* acompaña el recorrido de…
… «su lucha por la verdad»;
… sus logros como diputada nacional, como directora ejecutiva del PAMI y como ministro de Salud de la Nación;
… su biblioteca, donde figuran sus declaraciones juradas (la última data de 2006), sus lecturas (que se reducen al «juicio de la historia«) y sus archivos.
Para que no quepan dudas de la intención de discusión, GracielaOcana.com.ar también incluye un blog ¡alojado en WordPress!, cuyo primer y único post muestra a la susodicha cebando mate. Para hacernos amigos y participar, los interesados debemos registrarnos (por ahora no se aclara dónde ni cómo).
Online desde hace un mes por lo menos (así lo sugiere la fecha de publicación del primer post de la bitácora), el sitio de Ocaña se actualiza poco y nada. Tal vez la ex funcionaria se conforme con usar este espacio como instrumento de propaganda o lanzamiento para alguna próxima candidatura (de ser así, no es necesario tocar estas páginas web que cumplen con el objetivo marketinero de promocionar virtudes, conquistas y anhelos). Tal vez todavía esté asesorándose sobre cómo aprovechar una plataforma que desconoce y que, aún así, en algún momento imaginó útil para «mostrar sus investigaciones y recibir denuncias». Tal vez, por el contrario, haya abandonado el proyecto tras considerar que las nuevas tecnologías exigen una atención difícil de prestar.
Por lo pronto, la probabilidad de estas hipótesis nos hace recordar una tercera tara recurrente en los argentinos que vuelven al llano después de ocupar un alto cargo en la administración pública: la enorme -y por lo tanto indisimulable- subestimación por sus compatriotas.
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* «Conocida como la hormiguita por su incansable capacidad de trabajo», sostiene la introducción publicada la home del sitio. Como la ex ministro, el periodismo también explota el seudónimo hasta el cansancio.