Harper’s island

Más de lo mismo en Harper's IslandLas mediciones de rating sugieren que, al ritmo de la globalización, los argentinos respondemos con mayor fidelidad y entusiasmo a los parámetros temáticos, narrativos y estéticos de las producciones de la televisión norteamericana. Aún así, cabe preguntarse si el desembarco reciente de Harper’s island causará tanta sensación entre el público local como –según dicen– en los Estados Unidos. Con suerte, todavía contamos con algunas defensas culturales capaces de rechazar un compendio de fórmulas trilladas, malas actuaciones y un suspenso de pacotilla donde el morbo juega el rol principal.

Los primeros dos capítulos de la serie que A&E emite los miércoles a las 21 parecen inspirados en Lost, en El proyecto Blair Witch y en aquellos policiales que pretenden resolver asesinatos múltiples y aberrantes. Del primer referente, retoman la idea de encerrar a todos los personajes en una isla y distinguirlos entre losers y survivers; del segundo, imitan la sucesión de «desapariciones adolescentes» misteriosas; del tercero, copian el afán por atrapar a un psicópata casi satánico y por lo tanto irrecuperable.

La falta de creatividad no sólo afecta a los autores de un guión torpe y nada original, sino a la mayoría de los actores, figuritas repetidas de propuestas igualmente malas (por ejemplo, Christopher Gorham de Ugly Betty y Adam Campbell de No es otra película de amor), e incluso a la promesa irlandesa Elaine Cassidy (que en cambio supo lucirse en Falsa identidad).

Salvando las distancias entre una serie televisiva cuya emisión excede apenas el horario de protección al menor y un film de terror sólo apto para mayores de 18 años, Harper’s island comparte con Hostel la elección de la estrategia más cómoda para generar suspenso y miedo: los golpes de efecto propiciados por la animación digital, el maquillaje cadavérico y sanguinolento, la banda sonora exasperante, la irrupción abrupta de una silueta no identificada detrás del personaje que la cámara pretende acompañar.

A mayor parafernalia técnica, mayor déficit narrativo. Quizás por este desequilibrio entre forma y contenido, la intriga y el horror que se nos quiere infundir resultan inconsistentes, insostenibles, groseramente artificiales.   

A lo sumo, los espíritus morbosos podrán disfrutar de una galería de personas y animales decapitados, ahorcados, mutilados, apuñalados, y los fanáticos de los concursos podrán desafiarse a predecir quién será la proxima víctima (los televidentes más avezados enseguida comprenderán que, cuanto más conocido es un actor, más chances de sobrevida tiene su personaje).

Basta con mirar los primeros dos capítulos para entender que Harper’s island aporta poco y nada en tanto thriller catódico. La repetición de viejas fórmulas debería ser motivo suficiente para que los televidentes argentinos desconfiemos de la calidad de este nuevo estreno made in USA, y de paso para que intentemos revertir o interrumpir la tendencia a convertirnos en consumidores autómatas del entretenimiento de exportación.