Lluvia

LluviaComo en Perdidos en Tokio, Antes del amanecer o en la olvidada/ignorada Drôle d’endroit pour une rencontre, Lluvia narra el encuentro casual entre dos perfectos desconocidos, un hombre y una mujer. El manejo de los silencios, las actuaciones de Valeria Bertuccelli y Ernesto Alterio, la fotografía de Guillermo Nieto son los aspectos más destacables de esta película que Paula Hernández ambientó en una Buenos Aires gris, empapada y por momentos desoladora. 

Entre la igualmente recomendable Herencia y este trabajo más reciente, la directora y guionista argentina abandona un tono medianamente costumbrista para ensayar otro intimista. El cambio de registro se produce con éxito, quizás porque la joven cineasta está muy segura de lo que quiere contar.

De hecho, en Lluvia no importa demasiado de dónde vienen ni hacia dónde van los protagonistas; lo que importa es el «aquí y ahora» ficcional, el (o los) momento(s) que duran el descubrimiento y la coincidencia entre dos extraños. De ahí la relevancia de los diálogos entrecortados, de las respuestas impensadas, de los silencios prolongados.

En este sentido, el guión de Hernández impresiona como muy cuidado, incluso meticuloso. Al menos así lo sugieren la precisión de los escasos parlamentos, la compenetración de Bertuccelli y Alterio con Alma y Roberto, la pertinencia de una banda sonora acorde al clima narrativo, y la nitidez de una fotografía que burla la escasa visibilidad típica del tiempo torrencial.

A priori, cuesta encontrarle defectos técnicos a este largometraje. Lamentablemente, lo que parece un exceso de prolijidad termina enfriando la empatía que un relato de estas características debería despertar.

Aún así, Lluvia cautiva al espectador. No lo moja, mucho menos lo empapa, pero ciertamente lo invita a soñar con el instante breve en que dos extraños se descubren, se miran, se hablan, se escuchan, se aman y se dejan.