Por Jorge Gómez
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En estos días, los que hace 26 meses cortan el puente de Gualeguaychú contra Botnia fueron tímidamente aludidos como “piqueteros” por comunicadores que siempre los trataron, entre elogios, de «vecinos ambientalistas».
El año pasado se desarrollaron los piquetes más feroces y prolongados de la historia del país. Los grupos organizados para cortar rutas fueron nombrados «vecinos», «ruralistas» y otras denominaciones que los alejaban de su condición de dirigentes ejerciendo una violencia formidable y los acercaban a pacíficas familias de granjeros que repartían azahares en los caminos del bosque.
El caso de Gualeguaychú es emblemático, porque el de Arroyo Verde es sin duda alguna un piquete. Sólo los medios uruguayos los nombran siempre como «piqueteros», mientras que en Argentina ese término se usa únicamente para dirigentes (D’Elía, Castells) que no cortan una calle desde hace varios años.
Resulta obvio que todos son ciudadanos movilizados por alguna causa y que, cuando un medio elige –por ejemplo– nombrar como vecinos a los dirigentes y seguidores de la Federación Agraria Argentina (FAA) que cortan durante días el transito de una ruta y como piqueteros a los habitantes de La Matanza que acompañan a D’ Elía a Plaza de Mayo, no está haciendo una elección inocente. Está eligiendo (de manera oscura, con pretensiones de neutralidad) forzar las palabras para apoyar a unos y descalificar a otros.
Los vecinos de Gualeguaychú gozaron durante años del buen trato mediático, pero parece que la prensa se cansó de ellos. Los prestigiosos ambientalistas (¿quién no querría que su hija tuviera un novio ambientalista?) están convirtiéndose en piqueteros que –como se sabe– son malos, feos y pobres.