Cuando ayer me enteré de la muerte de Sidney Pollack, enseguida pensé en Tootsie, título que el difunto director/actor/productor norteamericano filmó en 1982 y que devino en referente para otras películas, incluso para ciertos programas de TV (recuerdo el famoso sketch de nuestro Olmedo), dispuestos a jugar con la idea de un travestismo utilitario y ocasional. De ahí la decisión de redactar este post tardío a modo de homenaje.
En Tootsie, así como más tarde en Papá por siempre, el protagonista «se convierte» en mujer para enfrentar un conflicto personal: el desempleo en el caso de Michael Dorsey; el desempleo y la imposibilidad de convivir con sus hijos en el caso de Daniel Hillard. La transformación arroja sus frutos porque resuelve el problema en cuestión, al menos a corto plazo, y porque, a largo plazo, hace de estos hombres personas mejores.
El efecto superador se debe a la posibilidad de descubrir y vivir en carne propia los avatares propios del sexo opuesto, desde los más superficiales (por ejemplo, los gajes de la moda) hasta los más delicados (por ejemplo, el acoso sexual). En ambos largometrajes, la intención de reivindicación se da por partida doble ya que Dorothy Michaels y Euphegenia Doubtfire son, además de mujeres, señoras maduras por no decir mayores.
Quizás éste sea uno de los mejores trabajos de Dustin Hoffman cuando de comedia se trata. A diferencia de Robin Williams, quien años antes supo consagrarse con Perdidos en la noche sólo usa una peluca y grandes anteojos (además de otros accesorios y la vestimenta) para componer a Dorothy.
Aquí no hay máscaras de yeso para el rostro, ni corset de gomaespuma para el cuerpo. Tampoco existe la posibilidad de imitar otro acento para dismular las interferencias que pueda ocasionar la voz masculina original.
Si tuviera que elegir el mejor gag de Tootsie, elegiría la escena en que Michael Dorsey intenta «levantarse» a Julie (Jessica Lange) con el parlamento que Julie siempre imaginó en boca de un hombre sincero, atrevido, directo, el mismo que le confió a su amiga Dorothy Michaels en una charla íntima, y el mismo que termina valiéndole a Michael una cachetada suprema. Sin dudas, un sketch acertado a la hora de bromear sobre el abismo que a veces aparece entre el dicho y el hecho para las descendientes de Eva.
Hace más de 25 años (¡un cuarto de siglo!) que Pollack dirigió esta película. Sin embargo, la historia de Don McGuire y Larry Gelbart conserva su vigencia aún hoy, tanto como aquella canción de Stephen Beshop, convertida en tema principal y que los nostálgicos ochentosos seguro recordarán: It might be you.