Caramel

CaramelPor su sola procedencia (Beirut), Caramel debería recibir una cálida bienvenida. De hecho, la diversificación de nuestra cartelera siempre es algo saludable, una oportunidad valiosa para escaparle al bombardeo de estrenos hollywoodenses. En este caso, la película dirigida por Nadine Labaki aborda distintas problemáticas femeninas que, si bien son de alcance universal, aquí aparecen con una interesante colocatura local.

La peluquería Si Belle («Tan Bella» en francés) es el espacio que reúne a las protagonistas del film, y que convoca a cierta reflexión sobre la condición de la mujer en El Líbano. El relato coral abre un abanico de planteos: sobre la importancia adjudicada a la virginidad pre-marital, sobre la dificultad de aceptar el paso del tiempo, sobre la postergación de las hijas únicas fagocitadas por sus madres, sobre el sufrimiento que supone enamorarse de un hombre casado, sobre el lesbianismo.

Probablemente porque el guión de Rodney El Haddad, Jihad Hojeily y la misma Labaki abarca mucho y aprieta poco, el tratamiento resulta superficial, por momentos edulcorado. Los personajes son más bien arquetípicos, y sus conflictos se resuelven de un modo bastante previsible.

Sin embargo, a pesar de esta limitación, el largometraje se desarrolla con fluidez, en parte gracias a las buenas actuaciones, en parte porque -más allá de las anécdotas contadas- descubrimos una sociedad y una cultura desconocidas por estos lares.

Ésta es, quizás, la razón principal por la cual vale la pena ver Caramel. De hecho, rara vez los espectadores argentinos podemos asomarnos a los usos y costumbres de este país lejano sin que medie el omnipresente filtro hollywoodense. La oportunidad vale la pena.