Sería interesante saber desde cuándo la televisión por cable local emite That’s my Bush! Es probable que algunos compatriotas la descubran recién ahora en el canal Sony pero lo cierto es que –IMDb dixit– la creación de Trey Parker y Matt Stone data de 2001, año fatídico para el destinatario de todos los golpes propinados por esta parodia catódica.
Si tuvo lugar antes del atentado del 11/9, la presentación de esta serie debe haberle caído mal a la opinión pública norteamericana, todavía conforme con -o al menos expectante ante- la gestión de George W. Si tuvo lugar después de aquel 11/9, entonces deben haber llovido las acusaciones de anti-patriotismo y los pedidos de censura amparados en la Doctrina de Seguridad Nacional y en el sentimiento de duelo generalizado. En cualquiera de los dos contextos, la propuesta muestra una buena dosis de provocación e irreverencia.
No puede decirse lo mismo de los gerentes de programación de Sony que eligen emitir este programa tiempo después, cuando la imagen de Bush se encuentra en caída libre, cuando Hillary y Obama parecen los únicos políticos estadounidenses en condiciones de disputarse la simpatía de quienes seguimos la carrera electoral en el gran país del Norte, cuando muchos televidentes latinoamericanos (¿la mayoría?) esperamos que la actual administración republicana abandone definitivamente la Casa Blanca.
En el contexto actual, That’s my Bush! pierde casi toda su osadía, o al menos la osadía que seguramente expresó siete años atrás. Probablemente por eso la cuestión estrictamente televisiva supera el interés de alguna reflexión sobre la caducidad del humor político y sobre el oportunismo mediático.
Desde esta perspectiva, cuando nos detenemos en el libreto, nos topamos con el ejercicio más burdo de la burla. Me refiero a la estrategia de convertir a Bush Jr. en un monigote torpe, ignorante, necio, inmaduro, dependiente, influenciable, imbécil. Me refiero a la imposibilidad de generar situaciones elocuentes, efectivas, ácidas de una manera sutil, ingeniosa, ocurrente.
Por si lo burdo resultara insuficiente, algunos parlamentos se encargan de explicar la crítica desarrollada. Por ejemplo, en el episodio dedicado a la pena capital, el guión no sólo quiere que George meta la pata cuando asiste a la ejecución de un condenado a muerte sino que, hacia el final del capítulo, diga algo así como «cuantas equivocaciones habré comtetido cuando firmé la sentencia de los 150ypico convictos de Texas».
En definitiva, lo más rescatable de esta reposición es el trabajo de Timothy Bottoms. De hecho, es increíble la ductilidad con la que el actor imita al actual Presidente de los Estados Unidos. El impresionante parecido es, sin dudas, el único gran acierto capaz de hacernos reír.
Ahora que nadie corre riesgos por burlarse de Georgie Jr., el canal Sony emite -justo a continuación de That´s my Bush!– Lil’Bush, serie animada que también arremete de una manera muy burda contra el mismo Primer Mandatario. Nobleza obliga: Donick Cary creó este dibujo en 2007, así que la propuesta no tardó tanto en llegar a la televisón por cable local.