En honor a los versos de Enrique Cadícamo, este post iba a titularse La casita de los viejos. Pero, primero, no es cuestión de sugerir que mi regreso al hogar materno equivale a declararme vencida (¡jamás!). Segundo, se me ocurrió que la alusión a la remanida frase «el orden de los factores no altera el producto» podría ayudar a aplacar las angustias de un espíritu metódico-esquemático-compulsivo-obsesivo: el mío.
Tanta explicación para presentar de antemano las debidas disculpas por la impuntualidad con la que seguramente actualizaré Espectadores durante las próximas dos semanas. De hecho, desde hoy y hasta mediados de marzo estaré atrincherada en la habitación que ocupé durante mi niñez y adolescencia, mientras un valiente de brocha gorda se encarga de rasquetear, enduir, lijar y pintar los techos y paredes de mi domicilio actual.
La casita de mis viejos (al final Cadícamo tiene su pequeño homenaje) carece de conexión a Internet y de lectora de DVD (que nadie se atreva a criticar el atraso tecnológico de mis progenitores). Dadas estas limitaciones, el blog se actualizará un poco más tarde que de costumbre, en horario laboral, o con la desprolijidad que supone operar desde un cybercafé. Por otra parte, quien suscribe deberá ir más seguido al cine y/o sacarles el jugo a los «estrenos» de la televisión por cable para mantener la frecuencia de sus reseñas.
En este punto, cabe recordar que el orden de los factores (mi espíritu metódico-esquemático-compulsivo-obsesivo prefiere hablar de «desorden») no altera el producto. Dicho en buen criollo, es de esperar que este cambio de domicilio/rutina no sea un impedimento para que Espectadores siga teniendo la calidad -buena o mala, según se la mire- de siempre.
O al menos ésa es la intención… 😉