Brothers & sisters

Brothers & sistersAdmiro a Sally Field desde que la vi por primera vez en Norma Rae. Seguidora incondicional de la serie Ally McBeal, terminé encariñándome con Calista Flockhart. Después de descubrir a Rachel Griffiths en Six feet under, trato de prestarles la debida atención a sus demás trabajos. Rob Lowe me trae dulces recuerdos de la adolescencia. Jason Lewis, última pareja en la ficción de Samantha Jones, me parece uno de los hombres más atractivos de Hollywood… Todos ellos forman parte del elenco de Brothers & sisters, la nueva serie que Universal Channel emite los miércoles a la noche, y que por razones obvias sentí curiosidad de ver.

Es notable cómo, contrariamente a lo que a veces pensamos, algunas cosas sí cambian. Al menos eso parece cuando comparamos dos modelos televisivos de familia, correspondientes a distintas épocas: los Ingalls y los Walker.

Mientras los primeros aparecen como un prototipo indefectiblemente ligado al lema de «Dios, Patria y Hogar», los segundos se constituyen en arquetipo posmoderno, para algunos (por ejemplo, para los fanáticos de la serie de Michael Landon) disfuncional y, para otros, reflejo fiel de nuestra compleja sociedad. Evidentemente, en los treintaypico de años que separan a ambos programas, el referente hogareño se modificó considerablemente.

Dicho esto, también hay cosas que efectivamente no cambian nunca. La primera: la explotación de la familia como semillero de personajes/situaciones que cubren un amplio abanico de propuestas y géneros narrativos. En un caso tenemos a una hija y a un yerno ciegos, a otra hija que perdió a su bebé en un incendio, a un hijo adoptado que terminó con leucemia o algo parecido, y a los distintos habitantes de Walnut Grove que protagonizaron episodios trágicos y cómicos a granel. En el otro caso tenemos a una hija soltera enamorada de su jefe senador, a otra hija casada que busca recuperar la pasión en su matrimonio, a un hijo que en ocasiones se siente acosado sexualmente por su propia esposa, a otro hijo que es gay y poco afortunado en el amor, y a un tercer hijo varón internado en un centro de rehabilitación de adicciones. 

La segunda cosa que nunca cambia: la necesidad de reivindicar la (re)unión parental más allá de los problemas que puedan acontecer (que en general provienen de un «afuera» en el caso de los Ingalls y que, en el caso de los Walker, surgen en el seno mismo del núcleo familiar). Desde esta perspectiva, la exacerbación de «lo funcional» y la exacerbación de «lo disfuncional» comparten un mismo mensaje de valoración y reconciliación.

Probablemente por todo esto Brothers & sisters corra riesgos de sonar a más de lo mismo. Aún cuando algo haya cambiado. Aún cuando los primeros capítulos -sobre todos aquéllos que presentan a los personajes principales- despierten nuestra curiosidad. Aún cuando la propuesta cuente con una suerte de dream team catódico cuya conformación siquiera osamos imaginar.