El dictador y la hamaca

El dictador y la hamacaUn poco como Charles Chaplin en El gran dictador o Antonio Mercero en Espérame en el cielo, en El dictador y la hamaca Daniel Pennac también elige la figura del sosías para disparar munición fina (atención: «fina» en términos de sutileza, y no de contundencia) contra los regímenes totalitarios. Sin embargo, lejos de circunscribirse al anclaje realista de las fábulas políticas, esta novela va más allá y propone visitar un mundo donde -a diferencia de lo que suele suceder en nuestra sociedad- dobles y sustitutos cumplen un rol protagónico. 

Basta con leer los primeros párrafos de este libro para sucumbir ante la prosa de su autor. Una prosa poética sin ser barroca, mucho menos remilgada. Una prosa sobria sin ser solemne o desabrida. Una prosa que se inicia como un cuento infantil y que se expande como crónica social, como raconto onírico, como homenaje cinematográfico, incluso como reflexión literaria.

Sin dudas, Pennac escribe con arte y soltura, con una manejo magistral de la ironía, y con una imaginación a prueba de lectores alérgicos al más mínimo indicio de cursilería y previsibilidad. De ahí la sensación de estar presenciando una suerte de clase de redacción magistral.

El dictador y la hamaca cuenta la historia de un tirano enfermo de agorafobia, y de los impostores entrenados para reemplazarlo. ¿Hace falta adelantar algo más para que esta breve pero enfática recomendación surta efecto?