Studio 60

Studio 60Studio 60 on the sunset strip es el nombre completo de una de las nuevas series emitidas por Warner Channel (era hora de que soplaran vientos de cambio después de tanta repetición). En principio la propuesta parece prometedora; por lo pronto su capítulo inicial se atreve a coquetear con cierto retrato satírico de la televisión norteamericana.

La nueva producción de Aaron Sorkin tiene otros dos méritos. El primero: sabe manejar un ritmo narrativo acorde con los tiempos catódicos actuales. El hecho de que parte de la acción transcurra en la cocina de un live show, con sketchs, entrevistas y demás recursos de la programación actual nos sumerge en escenas breves y dinámicas que exigen toda nuestra atención.

(Antes de seguir, me permito deslizar un breve comentario sobre la esperanza -la solicitud, en realidad- de que el programa no termine convirtiéndose en una sucesión de micro-relatos editados al mejor estilo videoclip.)

El segundo mérito: lograr que un actor ex protagonista de Friends -en este caso Matthew Perry- construya su nuevo personaje preservándolo de cualquier tic arrastrado de su alter ego anterior, en este caso Chandler.

Sin embargo, al margen de los aciertos distinguidos en su presentación, Studio 60 también corre algunos riesgos. Por un lado, existe el peligro de confundir osadía con corrección política (el mejor ejemplo en este sentido es el discurso «revolucionario» que el guionista Wes Mendell -interpretado por Judd Hirsch- improvisa frente a cámara antes de darse por despedido).

Por otro lado, se percibe cierta tendencia a recrear estereotipos típicos de las producciones norteamericanas. Me refiero sobre todo a la intervención de personajes malos-malos, y a la puesta en escena de fórmulas harto probadas (ya hemos visto muchas historias que combinan ambición profesional, tensión sexual y un culto a determinados patrones de belleza personal). 

En síntesis, el primer episodio de Studio 60 nos deja con una sensación dual. A priori, experimentamos la ilusión de estar ante un producto sólido, de calidad, prometedor. En el fondo, tememos que ciertas taras terminen apoderándose de la propuesta y ahuyentando nuestras (¿ingenuas?) expectativas.