Cavernícola

CavernicolaCavernícola es una de esas películas desopilantes que uno puede catalogar como muy, muy malas o muy, muy buenas. No hay término medio. Por eso, tarde o temprano el público debe decidirse a favor o en contra de -en esta oportunidad- una propuesta cuyo humor a veces burdo, a veces naïf, a veces paródico, a veces irónico se insinúa desde el onomatopéyico título original: RRRrrrr!!!

En principio, estamos ante la otra cara de la moneda lanzada por Jean-Jacques Annaud con La guerra del fuego. De hecho, ambos largometrajes se ambientan en la prehistoria, y ambos también pretenden recrear el enfrentamiento entre dos tribus de «homo sapiens» (por definirlos de alguna manera). Pero, mientras en un caso el botín bélico es el fuego, en el otro la cuestión clave es… el shampoo.

El actor Alain Chabat (algunos recordarán su participación en La ciencia de los sueños) es co-guionista y director de esta breve crónica sobre la lucha entre la sociedad de los cabellos limpios y la sociedad de los cabellos sucios, donde no falta nada: aventura, espionaje, traición, intriga, un crimen sin resolver e incluso las tribulaciones de un jefe víctima de pesadillas «futuristas» ambientadas en supermercados.

Por momentos, este film parece inspirado en Astérix. Como la historieta del insuperable René Goscinny, el guión inventa neologismos (el «curólogo», el «buscólogo») para nombrar a personajes en función de sus tareas, e inserta en un pasado ficticio y anacrónico expresiones, costumbres, adminículos, temas propios del presente (en este sentido cabe destacar la escena en que el jefe de los cabellos sucios intenta fundamentar su postura respecto del aborto).

Por momentos, uno tiene la sensación de asistir a un acto escolar donde todos se divierten, desde los maestros -aquí hay que nombrar a Gérard Depardieu y a Jean Rochefort- hasta los alumnos, un elenco que incluye a caras más o menos conocidas del cine francés. Desde esta perspectiva, poco importa si el espectáculo está bien montado o no; lo que interesa es el desarrollo de cierta onda disparatada capaz de sacudir al espectador más reticente.

Que quede claro. Cavernícola no es una comedia apta para todo público. La advertencia no se relaciona con los parámetros típicos que etiquetan a una película como «prohibida para menores de…», sino con cierto nivel de tolerancia frente a lo desopilante. Cumplir con este requisito es fundamental; de lo contrario la obra de Chabat tiene altas chances de caer muy, muy mal.