Letra y música

Letra y músicaAsí como El viento que acaricia el prado es una película ideal para espectadores con inquietudes histórico-sociales, Letra y música es la propuesta perfecta para quienes buscan en la pantalla grande un antídoto contra la dura realidad. De hecho, el film de Marc Lawrence ofrece 106 minutos de entretenimiento agradable. ¿La receta? Un toque de humor, una pizca de romance, una cucharada de música pop, y unas cuantas rebanadas de nostalgia ochentosa.

Perdón, olvidé nombrar al ingrediente principal: la presencia de una pareja carismática, en este caso integrada por Drew Barrymore y Hugh Grant. Ahora sí, la mesa está servida…

A diferencia de otras comedias románticas basadas en la teoría de la atracción entre polos opuestos, Letra y música parte de una afinidad inicial casi inmediata, destinada al éxito seguro. Casi, casi como esa canción que escuchamos una sola vez en la radio, y que -ya sabemos- en cuestión de semanas se transformará en una pegada discográfica. 

Sin embargo, aquí hay algo más que amor y melodías. Por un lado, asistimos a la reivindicación de dos antihéroes en principio condenados al anonimato y al fracaso. Por el otro, nos convertimos en cómplices de una pequeña burla al showbusiness, tomadura de pelo que incluye entre sus «víctimas» más reconocibles al canal MTV, a la revista Rolling Stone, al programa American Idol y a las ex estrellas Debbie Gibson, Tiffany, REO Speedwagon entre otras.

Por si esto fuera poco, contamos con los mencionados Drew y Hugh, que saben lucirse más allá de las exigencias del guión. Algún escéptico podrá señalar que ambos actores se repiten, que la ex chica ET se limita a explotar su simpatía innata y que el ex british «boy» (ya está grandecito) vuelve a desempolvar su supuesta (aunque siempre seductora) timidez. Es cierto, pero la fórmula sigue arrojando buenos resultados.

Por otra parte, nadie espera que Letra y música revolucione la manera de hacer/ver cine, ni que siente algún otro tipo de precedente. No… Éste es simplemente un film pensado para hacernos pasar un buen rato, para distraernos de preocupaciones y tristezas. Y justamente porque logra su cometido, merece una espontánea -nada sesuda- recomendación.