Quizás se trate de una limitación personal, o quizás estemos ante una de las tantas paradojas del Séptimo Arte. Ante la primera hipótesis, debería admitir mis reparos respecto de la dupla conformada por Catherine Deneuve y Gérard Depardieu. Ante la segunda hipótesis, cabría preguntarse porqué el (re)encuentro de estos dos «monstruos» del cine rara vez rinde los frutos esperados.
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Deneuve y Depardieu vuelven a darse cita en Los tiempos cambian, película recientemente estrenada en las salas de cine porteñas, y que la televisión premium se permitió proyectar casi al mismo tiempo. Curiosamente, el largometraje de André Téchiné me provocó la misma reacción que Drôle d’endroit pour une rencontre (Una noche de sorpresas según algunas traducciones), filmada casi veinte años atrás: sentir que Catherine y Gérard no están hechos el uno para el otro. Ni siquiera en la ficción.
Sin embargo hay algo más al margen de esta limitación o paradoja; algo que excede cualquier reparo referido a la combinación estelar. Me refiero específicamente a un guión complejo, por momentos forzado, que pretende contar varias historias a la vez.
Atención, éste no es otro rompecabezas narrativo al estilo Babel, sino un entramado más lineal que de a poco revela los secretos de distintos personajes, incluida la pareja protagónica.
Tenemos entonces a Cécile y Antoine (Deneuve y Depardieu), enfrentados al fantasma del ayer. Tenemos a Natan, víctima de una suerte de exilio interno no deseado. Tenemos a Sami, tironeado por una bisexualidad pendular. Tenemos a Nadia obsesionada por la figura de su hermana gemela. En suma, tenemos nostalgia, desazón, inestabilidad, angustia y frustración por doquier.
Tal vez Téchiné se habría lucido más si se hubiera abocado a una sola historia. Si por ejemplo se hubiera concentrado exclusivamente en Antoine, en la desesperación por reconquistar a su único amor, en esa añoranza enfermiza que lo lleva a buscar un pasado y una pasión en principio irrecuperables.
Nobleza obliga, Depardieu convence en su rol de hombre aferrado a sus sentimientos y convicciones inamovibles. A Deneuve, en cambio, se la percibe tensa, incómoda, con una capacidad de expresión cercenada por los retoques de la cirugía estética (sí, Catherine también).
¿Qué habría sido de Los tiempos cambian si la hubiera protagonizado una pareja menos estelar, o si el guionista/director hubiera apostado todas sus fichas al relato central? Sin dudas, una propuesta menos pretenciosa. Quizás, una película mejor lograda.