Lemming

LemmingMezcla de thriller psicológico y cuento de terror, Lemming es una película tremendamente perturbadora. Inspirada en una conocida leyenda sobre roedores, la propuesta escrita y dirigida por Dominik Moll explota tres grandes fantasmas del inconsciente: la fobia a las ratas, la fantasía suicida y la enajenación espiritual. Aquí no hay escenas brutales ni repugnantes, y sin embargo al infierno se lo huele cerca.

En principio, el gran protagonista de este largomentraje es el suspenso. Un suspenso alimentado por lo tácito, por lo latente, por el silencio. Un suspenso sostenido por personajes calmos, displicentes, dignos representantes de una clase social acostumbrada a mantener las formas aún en las situaciones más desagradables y bochornosas.  

De ahí la ausencia de gritos y golpes. De ahí, en cambio, que la violencia se exprese -y eventualmente crezca- de manera contenida, solapada, dosificada.

Además de destacarse por el guión, el film se luce por un elenco intachable. Brilla Charlotte Rampling haciendo gala de su faceta más inquietante, temible, por momentos diabólica. Le sigue su tocaya Gainsbourg, capaz de cambiar candidez por perversión en un abrir y cerrar de ojos.   

Por su parte, al veterano André Dussollier le sienta muy bien el rol de gentleman inescrupuloso. En cuanto al desconocido (al menos por estas latitudes) Laurent Lucas, cumple a la perfección el papel de víctima convertida en victimario, y en justiciero restaurador del bienestar arrebatado.

Pensándolo mejor, el gran protagonista de Lemming no es el suspenso. No, no. En realidad, es la burguesía cuyo discreto encanto a veces se torna infernal.